martes, 16 de noviembre de 2010

No luches por causas perdidas, sólo conseguirás perderte con ellas”
Las sabias palabras de su madre se repetían constantemente en su cabeza. Ahora más que nunca debía hacer aquello que le decía cada día cuando era niña. Tenía que dejar de luchar por algo que ya no tenía ni pies ni cabeza, y no debía hacerlo por nadie más, sino por ella misma.
Pero no podía. Se despertaba cada día junto a aquella estúpida fuerza que no dejaba de decirle que luchara por tener de nuevo todo lo que el tiempo y la distancia le habían arrebatado. Y ella, tan ingenua como la primera vez que escuchó aquella frase de los labios de su madre, tenía esa esperanza de conseguirlo, de no sólo poder luchar contra el tiempo, sino de ganar la batalla.
Luchaba día sí y día también. No sabía que lo que el tiempo te quita nadie te lo devuelve. Y todo lo que ella añoraba debía de formar parte de sus recuerdos. 

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