lunes, 28 de marzo de 2011


Una tarde más andaba por una de esas calles de la gran ciudad que la había cautivado hacía ya bastantes años. Sin duda, Londres había cambiado mucho desde entonces.
Las horas habían pasado volando y se sorprendió al ver cómo un tono anaranjado comenzaba a cubrir los tejados de los edificios mientras el sol trataba de ocultarse mucho más allá de lo que su vista pudo alcanzar. Aún así, a pesar de la hora, no dudó en pasear por el parque que se encontraba a tan solo dos manzanas, ese que siempre le gustó y al que acudía cada día rigurosamente. 
Las hojas secas del suelo se acomodaron a su paso lento mientras ella, atentamente, comenzaba a leer todas aquellas palabras escritas en bancos y árboles. Letras que desprendían amor con sólo mirarlas y que, además, contaban historias con las que a ella siempre le gustaba soñar. Fantasmas de cientos y cientos de parejas que acudían a su encuentro. Miles de promesas, muchas cumplidas y otras tantas sin cumplir, quien sabe, pero le encantaba mirarlas y darse cuenta de que, después de todo, existían cosas por las que sonreír. 
Una lluvia suave comenzó a deslizarse por su piel arrugada por el paso de los años. Ella, poco a poco, sacó su paraguas y lo abrió para resguardarse del agua. Decidió volver sobre sus pasos y regresar a casa; ya había sido suficiente por hoy.
Entonces, cuando apenas había dado unos pasos se fijó en el tronco de un viejo árbol que le resultaba familiar, pero en el que nunca se había fijado detenidamente. Se acercó con cuidado y, a duras penas, logró leer lo que, torpe pero románticamente, habían escrito. De repente, los recuerdos la invadieron por completo. ¿Cómo olvidar el día en el que él, mientras paseaba con ella de la mano, se topó con aquel árbol? No pudo más que sonreír de nuevo, con añoranza, pero ahora con la certeza de que existen ciertas cosas que ni siquiera el tiempo consigue borrar.

viernes, 18 de marzo de 2011

Punto y final

Quise quedarme ahí, donde estaba, que se acercara y, con un simple hola, me llevara a un mundo aparte. Quise verle de cerca, recordar la profundidad de sus ojos. Quise notar su piel cerca. Pero nada de eso ocurrió. Apareció en ese momento esa yo que nunca había conocido, esa que apartó la mirada y salió lo más rápido posible de ese lugar. Esa yo que, por primera vez, no le esperó, a pesar de que me doliera infinitamente. 
Y es que hoy, a pesar de todo, me di cuenta de que no puedo seguir esperando a ver esa mirada, esa sonrisa o esa voz, porque todo, absolutamente todo ha cambiado. Su mirada no es la misma porque ya no refleja mi sonrisa, su sonrisa ya no aparece gracias a mis tonterías, y su voz... su voz ya no habla de un nosotros


Y ahora, sólo un par de líneas para esas personas que se que saben que hoy colgaría una entrada como esta. Porque a pesar de todo el tiempo que ha pasado no dejan de animarme con sus miles de abrazos. La verdad es que gracias se quedaría muy muy corto



lunes, 14 de marzo de 2011

Tal vez sea mejor así

Olvidarte y pasar página; es más, empezar un nuevo libro en el que tú no aparezcas ni en un solo capítulo. Evitar esa canción tan tuya como mía. Olvidar mi sensación cuando estaba contigo. Comenzar a mirar lo que me rodea con otros ojos, unos que no sólo te vean a ti. Borrar los pequeños instantes, que siempre fueron los más importantes. Cambiar tu olor por el del chocolate caliente, y tus carcajadas por las de mis amigos, que nunca se fueron. No imaginar en un libro nuestra "perfecta" historia. No contagiar mis caras largas por tu culpa. Volver a sonreír tal y como lo hacía antes.

Terminar mi absurda carta de despedida de una vez por todas y, al fin, poder decirte adiós. Puede que sea mejor así, para que dentro de un tiempo mire hacia atrás y pueda sonreír recordando aquello que tú, desde que te fuiste, me ayudaste a comprender: son esa clase de golpes los que te hacen un poquito más fuerte.
Alguien me dijo una vez que en el momento en que te paras a pensar si quieres a alguien, ya has dejado de quererle para siempre.


Carlos Ruíz Zafón - La Sombra del viento

domingo, 13 de marzo de 2011

Mejor un adiós a tiempo...

... que continuar escribiendo la primera frase de mi carta de despedida.

viernes, 11 de marzo de 2011

Un momento de silencio, apenas unos segundos que, a pesar de no decir nada, lo dijeron todo. Una mirada llegó a hablar mucho más de lo que nunca llegamos a hablar tú y yo. Y esa mirada me dijo que me fuera, que saliera corriendo de aquel lugar porque, a pesar de romperme en mil pedazos, todo había acabado.
¿Y ahora? Ahora ya ha pasado mucho tiempo desde todo aquello; demasiado diría yo. Aún así, yo todavía tengo miedo a que me olvides porque, aunque todos esos pedacitos en los que me rompí no han vuelto a su lugar todavía, estoy totalmente segura de que en todos ellos queda algo de ti. 
Tus abrazos se esfumaron, pero yo no los olvido. Tampoco me arrepiento de ninguno de ellos, de hecho, creo que son de los mejores que recibí nunca. 
Y, a pesar de todo esto, aunque no lo parezca ya no te quiero. No te olvido, es cierto, pero ya no te quiero. Los recuerdos no se destruyen, y tú formas parte de muchos de los míos.


sábado, 5 de marzo de 2011

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"Hay que pensar que si las cosas cambian es para bien"

Pero yo aún no me acostumbro a los cambios