domingo, 25 de diciembre de 2011

Son recuerdos que no se evaporan

No sé si es porque el frío de ahí fuera ha empezado a calarme mucho aquí dentro, o porque el eco de unas calles sin besos ha llegado a mis oídos. No estoy segura de que sea el sonido de las gotas corriendo por la ventana de mi habitación lo que me hace parar y pensar en todas aquellas palabras que, aún con el tiempo que ha pasado, recuerdo perfectamente.
Pero es que llegó la Navidad. Sí, un año más. Y tal vez sea precisamente por eso, porque ésta es una época en la que a todos nos da por echar de menos. Un diciembre más en el que continúo dejando pasar el frío a través de la ventana, y sigo soportando todas las sensaciones que me provoca, sintiéndome demasiado pequeña aquí dentro, frente a una ciudad por la que ya no paseamos de la mano. 
Es que no sé si es por mi, o porque, irremediablemente, hay situaciones que acaban por superarte, y ésta ha podido conmigo.
Dime una cosa, ¿qué fue de todo aquello?. Dónde quedaron los besos, los abrazos, las carcajadas... Dónde quedó, incluso, aquel par de palabras. Esas estúpidas ocho letras que aún no sé por qué, pero ambos llegamos a pronunciar. 
Y es que, no sé si será, simplemente, que fuimos tú y yo, y que nuestras historias no estaban preparadas para cuajar del todo. Que por mucho que yo evitara que nuestras vidas no llegaran a ser nunca paralelas, al final, acabaron por serlo. ¿Y qué hago yo con todo esto que tengo y que, a la vez, no tengo? Todas las sensaciones que vivimos siguen aquí, a flor de piel. Todas las palabras que pronunciaste junto a mi oído no dejan de repetirse un solo instante. 
Y es que, dime, ¿qué hago con los recuerdos que hacen daño? 

sábado, 10 de diciembre de 2011

Miradas que aparecen, sentimientos que afloran

Evitaba que sus dedos se deslizaran sobre el teclado de su ordenador y que sus manos torpes se toparan con una hoja en blanco y un bolígrafo. Rehuía cualquier posibilidad de derramar sus sentimientos sobre hojas de papel, porque sabía lo que ello conllevaba. Y es que, sólo con tener la intención de hacerlo, su dedo corazón ya se disponía a rozar aquella letra por la que empezaba su nombre, mientras el índice ya trataba de continuarlo. Porque sus manos jugaban con sentimientos que el propio corazón se ocupaba de evitar.
Y ni siquiera tenía claro el por qué de toda esta historia. Por qué alguien así se había convertido en el responsable de todas y cada una de sus sensaciones. No sabía que, hasta las estrellas más fugaces, dejan su rastro y, aunque él pasó por su vida de una manera fugaz, la huella que dejó tras su partida permanecería.
Y no bastaban las mentiras, con él no. No era suficiente confiar en que la huella que dejó en su vida se había desvanecido. Porque una mirada vale más que mil palabras y, en su caso, una mirada bastó para que el castillo de naipes se cayera y las verdades salieran a la luz. Sólo con cruzar su mirada con ese par de ojos verdosos supo que, realmente, había aprendido a engañarse a sí misma bastante bien. Los sentimientos parecieron salir a través de sus poros, y las lágrimas que tanto tiempo llevaban sin aparecer, se formaron de nuevo, deslizándose por sus mejillas como si el tiempo no hubiese pasado por su corazón.


Era él. Aún sin haberlo elegido, era él.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Inevitable, casi como respirar

Resulta extrano ver cómo, de un momento a otro, sin previo aviso, los recuerdos deciden acumularse y golpearte en plena cara con toda su fuerza. Recuerdos de hace tanto que has sido incapaz de contar los días, pero recuerdos de algo que, al fin y al cabo y, por mucho que trates de evitarlo, fue real. Tan real como que ahora te encuentras ahí, frente a ellos, leyendo esas estúpidas cartas que creiste haber despedazado por completo. Repasando cada punto y cada coma y reviviéndolas poco a poco porque, sí, te sabías de memoria cada espacio y cada bonita curva de esa caligrafía tan redondeada.
Y es que hay recuerdos que, sin remedio, teletransportan. Que hacen que se te ponga la piel de gallina como se te puso en el momento que los viviste por primera vez, que la respiración se entrecorte y que, aunque ese estúpido nudo en el estómago no desaparezca, son recuerdos que siempre acabarán por sacarte una sonrisa.
Y lo supo. En el momento en que leyó aquel punto y final de la última de las cartas supo que no quería que éstas acabaran como el resto. No quería acabar con ellas, terminar con la historia. Era inevitable porque, por mucho que se empeñara en convertir aquellas páginas del libro en meras hojas en blanco, se conocía a ella misma y tenía claro que, en su interior, cada coma, cada palabra, cada abrazo o cada respiración entrecortada junto con una sonrisa tímida estaban ahí, perfectamente. Como si se tratase del primer día.
Nunca entendería cómo alguien así había llegado a convertirse en el motivo de todos y cada uno de sus suspiros, a pesar de que llevara ya bastante tiempo sin suspirar.

martes, 22 de noviembre de 2011

Fueron dos palabras. Dos palabras y ocho letras.

¿Sabes? fueron unos meses estupendos. Hubo días horribles, en los que todo acababa por superarme pero en los que, sin darme cuenta, tú empezaste a estar, sustituyendo mis caras largas por sonrisas casi siempre. Llegaste así, de repente, sin avisar, como una de esas historias que nunca creí en las que, en los peores momentos, aparece algo que hace que cambien. Por aquí apareciste tú, que diste un giro de 180º a mi mundo, modelándolo a tu antojo sin apenas darte cuenta de lo que sucedía.
Tú con esa habilidad innata para que te quisieran, y yo con mi manía de quererte cada día un poco más. Nunca he vuelto a sentir esa confianza en alguien. Desde que te fuiste, el miedo a dar demasiado por una persona no me ha abandonado, y no te culpo. Después de tanto, todo esto era de esperar. 
Pero ya hace mucho tiempo de aquello, esos días en los que tu sonrisa no se borraba un segundo de mis pensamientos han quedado ya muy atrás. Ahora, supongo que han aparecido nuevas personas importantes, pero, sin duda, tú has sido el único capaz de hacer que mi mundo se detuviera, apenas unos segundos, simplemente para escucharte reír. 
 - ¿Y por qué me cuentas todo esto ahora?
 - No lo sé. Supongo que, de vez en cuando, el recuerdo de esos maravillosos días aparece por aquí y, aunque sé que no se repetirán, ni mucho menos, a veces pienso que necesito acabar de contar nuestra historia para poder empezar una nueva. Tú eras el único que no la conocía del todo, y eso que eres el protagonista. 


miércoles, 9 de noviembre de 2011

Dedica una sonrisa a cada día

Apareció en el momento exacto, como por arte de magia, sin avisar. Se materializó ante sus ojos y, sólo con verla, una sensación de alivio la recorrió desde la punta de la nariz hasta los dedos de los pies. Tomó el sobre blanco en sus manos, se sentó en la cama y lo abrió. Ya era la segunda carta suya que encontraba en su habitación. Ahora más que nunca tenía claro que M no iba a dejar de sorprenderla. 


Querida V:
Se que no estoy a tu lado y eso, aún ahora, pensándolo, hace que se me caiga el mundo en los pies. Y es que quiero estar, cada día, cada segundo. Incluso en aquellos que, se, serán días oscuros, de esos en los que el cielo parece cubierto por una capa tan espesa que no dejaría por nada del mundo pasar un solo rayo de sol. Días en los que todo esto pueda contigo, en los que trates de mirar el final del camino y no dejes de toparte con un estúpido muro que te impedirá ver cómo acaba esta historia. Se que, tanto para ti como para mí, la mayoría de las veces, aparecerán muchos más días de este tipo de los que podremos llegar a contar pero, ¿te digo algo? Si te topas con un día gris sólo tienes que hacer una cosa: colorearlo. 
Por favor, V, no dejes de mostrar un solo segundo esa sonrisa que tanto me encanta. Sonríe hasta cuando las pequeñas gotas de lluvia te hagan cosquillas en la frente en un día de verano. Aunque esos días grises se topen en tu camino, apártalos con una de esas carcajadas sonoras que estoy seguro de que, esté donde esté, quiero escuchar. 
Y no dejes de luchar un solo instante porque, tal y como he aprendido desde que te conocí, a veces, sólo a veces, algunos sueños se tornan realidad, y sólo por eso ya merece la pena haberlo intentado, te lo aseguro.
Ahora, aunque no esté ahí contigo para abrazarte en estos días, espero que sientas, al menos, que estoy un poquito más cerca. Se que me estaré arrepintiendo de no haberte dado suficientes abrazos, pero creo que, para ti, nunca los habría. 
Cuento los movimientos de las agujas del reloj para tenerte cerca.
Te quiero mucho, pequeña. Recuérdalo siempre.
                   M.




Y es que daba igual que las nubes cubrieran por completo el cielo de la ciudad. En ese momento, en esa pequeña habitación, los colores aparecieron y comenzó a reír.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Y, en pleno Otoño, pareció Primavera

Aquel era un día cualquiera, de esos en los que, al despertar, la luna le dio los buenos días al otro lado de la ventana. Un día en el que se puso en pie con la pereza de cada mañana, cogió sus cosas y salió de casa con la misma cara de dormida de siempre. Se trataba de uno de esos días tan comunes en los que, de repente, se rompe toda la monotonía. Porque se dio cuenta de que algo había cambiado, y para eso bastó muy poco.
Supongo que existen esa clase de días, en los que abres bien los ojos y observas cómo pudiste superar obstáculos. Días en los que te das cuenta de que los recuerdos, a veces, tienen fecha de caducidad y, aunque nunca pensó que pasaría, se alegró de que, al menos, esa clase de recuerdos, la tuvieran.
Y esa mañana, simplemente, pasó. Los cambios generan a su vez más cambios, y ese aire con aroma diferente la bombardeó sin preguntar siquiera. Mientras andaba por esa calle, mientras pisaba esas aceras que pisaba cada mañana, comenzó a comprender que, después de la tormenta, sale el sol; y, aunque no aparezca de repente y mucho menos rápido, esa mañana se dio cuenta de que algunos pequeños rayos ya empezaban a acariciar sus mejillas.


Son días en los que te das cuenta de que, con una sonrisa, sólo con una sonrisa así, es suficiente.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Y creo que hoy te echo de menos.

Supongo que la cercanía de un 2 seguido de un 3 en las páginas del calendario hacen que se me ponga la piel de gallina, y mucho más cuando es uno de los primeros días del Otoño. 
Y es que, a veces, pasa. Hay días en los que, sin saber por qué, sin tener un motivo aparente, necesito tenerte cerca. No es necesario dar marcha atrás en el tiempo. Simplemente, necesito que estés por aquí, tal y como estabas en aquellos meses. Contarte mil y una cosas, hablarte de todo lo que ha pasado, de todo lo que te has perdido. Decirte que soy feliz, que cumplí aquel sueño por el que tú me dijiste que luchara y que las ganas de gritarlo a los cuatro vientos sólo para que me escuches no desaparecen un instante. 
Que se acabó todo, que no te quiero, pero eres importante. Tanto como fuiste y tanto como serás siempre, a pesar de que la distancia haya hecho mella en nosotros dos. 
Que espero que no exista un solo instante en el que no aparezca una sonrisa en tu cara, y que aún mantengo la esperanza de que la pantalla de mi móvil comience a parpadear, mostrándome esa serie de números que aún recuerdo perfectamente. 
Porque hay días, días como hoy en los que el número 23 no deja de darme vueltas. En los que desearía que ese día nunca hubiera existido, y en los que no dejo de pensar que ojalá me echaras tanto de menos como yo a ti. 


Encuéntrame de nuevo, estoy donde siempre.
Nunca me he movido.

jueves, 8 de septiembre de 2011

I'll always remember you.

La bocina del coche en la calle llegó a mis oídos justo cuando me disponía a escribir el punto y final en aquella frase. Una frase que lo significaba todo y que ocupó un pequeño papel que coloqué sobre mi mesilla de noche. Sabía que ellas, tarde o temprano, regresarían a mi habitación y lo encontrarían.
Cogí el último bolso que quedaba, caminé hacia la puerta y, antes de cerrarla, me despedí de aquel rinconcito que había vivido tantas cosas conmigo. Bajé las escaleras y salí de casa. Todo recto, rumbo al futuro.
Poco después, ya en el coche, a medida que ese paisaje familiar se difuminaba a través de la ventanilla a causa de la velocidad, me dediqué a buscar un poco dentro de mi misma y a sacar a la luz todos aquellos momentos que guardaba junto a ellas.
Por mi mente circularon recuerdos que abarcaban desde ese primer día de instituto en el que éramos unas desconocidas hasta ese último en el que nos despedimos de aquel rincón tan nuestro.
Habíamos vivido tantas cosas juntas... y el tiempo había pasado demasiado rápido. Ahora, volviendo la vista atrás me doy cuenta de lo grande que llegó a ser esto.
Día si y día también, cada uno de ellos con sus risas, sus tonterías, alguna lágrima de vez en cuando pero, al fin y al cabo, días especiales simplemente por pasarlos juntas. A lo largo de todos y cada uno de ellos creamos esta historia formada por todas nosotras, por nuestros recuerdos y la gran amistad que se creó en tan poco tiempo. Una historia que, sabemos, no se borrará.
Pero las cosas cambian, los días pasan y ahora sólo se que, por el momento, toca decir adiós. Adiós a las ocho y media con caras de dormidas, a las once y cuarto con risas y estrés y a las dos y media con alivio. Adiós a las carreras por culpa de fotocopiadoras averiadas, a los desayunos con compotas y a los "¡Yo en la esquina!". Todo eso ya queda atrás. Y yo no dejo de preguntarme qué hubiera pasado si nunca las hubiera conocido a ellas, a mis chicas. Posiblemente todo sería muy diferente, tanto que no querría por nada del mundo tener unos recuerdos en los que ellas no aparezcan.
A medida que la velocidad del coche me aseguraba que ya estaba llegando a mi destino me di cuenta de algo. Acabamos una etapa, pasamos a una nueva página en este libro que hemos creado a lo largo de estos años y, aunque no leamos este capítulo tan juntas como hasta el momento, se que todas lo leeremos y, sobre todo, que nos quedan muchos capítulos de este libro para encontrarnos de nuevo.




Para todas ellas.
Gracias por todos y cada uno de estos días.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Borrón y cuenta nueva

Y, de repente, se dio cuenta. Que había personas que no eran como ella es algo que asumía, pero no le gustaba tener esa imagen precisamente de él. Lo creía diferente. Pensaba ciegamente que, si los demás olvidaban, él no lo haría; al igual que no lo había hecho ella en todo ese tiempo. 
No sabía hasta ese momento que las personas, a veces, te defraudan, y él comenzaba a formar parte de esa cada vez más amplia lista. Era algo que dolía, dolía de verdad.
Y es que, aunque ella recordaba cada pequeño instante a su lado, se dio cuenta de que, al parecer, él ya los había olvidado, todos y cada uno de ellos. Los te quiero sinceros que repetía mentalmente cada noche ya sólo valían para dejarse dormir y las sonrisas al recordar aquellos chistes tontos únicamente salían de sus labios. 
Porque, a pesar de la distancia, mantenía la esperanza de que, al menos, la recordara. Pero, aunque ella se había quedado estancada en un pasado tan real como bonito, él había continuado avanzando, creando nuevos recuerdos en los cuales ella no estaba presente. 
Los suspiros se evaporaron de golpe, su historia tuvo por fin el título de pasado y ella comenzó a caminar hacia un futuro que llevaba mucho tiempo perdiéndose.
Más vale tarde que nunca.


Y ahora, un huequito para un par de cosas que tenía pendientes.
Muchas gracias a Saúl.M.S. (http://saulms.blogspot.com/) por haberme dado este premio y también a Ana! (http://mejorcambiamosdetema.blogspot.com/) por haberme dado este otro. Son esta clase de cositas las que me animan a seguir escribiendo, de verdad :) 



Mis 10 premiados para ambos premios son:
- Todavía quedan huellas, son testigos las estrellas http://hoyvamosacomernoselmundo.blogspot.com/
- Peor que el olvido, fue volverte a ver (http://mequedaperfectalavidaconvos.blogspot.com/)
- #Encontrar el lugar en dónde el horizonte muere♥ (http://fragelle.blogspot.com/)
- En un cajón de mi memoria (http://quizamejorasi.blogspot.com/)
- No hay edad para soñar (http://tengomiedodeolvidar.blogspot.com/)

Y, bueno, además de anunciar a los premiados y comunicarlo en sus blogs, el premio de Ana consistía también en responder a una pregunta. 

¿Sacrificarías el cielo por una persona importante para ti?
Sinceramente, si. Creo que existen pocas personas importantes, pero por las pocas que hay sí que valdría la pena siempre.

Gracias de nuevo, por el premio y por leer. Enhorabuena a los premiados :)
Un abrazo gigante, Naïve

jueves, 25 de agosto de 2011

Recuérdame

La llamaba su cajita de recuerdos. Siempre escondida bajo su cama, esta pequeña caja de madera contenía muchos más recuerdos de los que hasta, a veces, ella misma lograba recordar.
Era martes. Uno de esos martes fríos en los que las gotas de lluvia no dejaban de hacer su particular melodía al deslizarse por el cristal de la ventana de su habitación. Las espesas nubes grises cubrían el cielo de la ciudad, y ella las observaba detenidamente.
Sin saber siquiera por qué, tras mucho tiempo sin hacerlo, le apeteció deslizarse por el suelo de su habitación, estirar el brazo y alcanzar esa pequeña cajita de madera que se encontraba, entre motas de polvo, bajo su cama.
A veces, a muchos nos da miedo recordar. A ella muy a menudo también, pero ese martes... ese martes era un día diferente.
Apartó la fina capa de polvo que cubría la tapa de su pequeño gran tesoro y contempló el interior. Todo estaba tal y como ella misma lo había dejado. A pesar del tiempo que había pasado, aún recordaba aquello que colocó ahí la última vez. Ese sobre de azúcar que había acompañado a aquel café con chocolate en esa terraza tan bonita del centro junto a... El simple hecho de evocar su imagen hizo que un escalofrío la recorriera por completo. Habían pasado demasiados años desde que Él había tenido que marchar rumbo a otro país desconocido, pero aún el recuerdo de lo vivido durante aquel tiempo permanecía en ella de una manera imborrable. Los momentos se acumularon alrededor de toda la habitación y, a pesar de la inmensa nostalgia que producía cada uno de ellos, le gustaba. Le gustaba comprobar gracias a esa clase de detalles que todo aquello que vivió a su lado fue real. 
Dejó el sobre de azúcar y el resto de recuerdos dentro de la cajita, la cerró y deseó que, la próxima vez que la abriera, fuera para depositar nuevos objetos que la harían viajar a diferentes momentos. Se deslizó tal y como había hecho minutos atrás por el suelo y colocó la caja justo en el lugar que estaba, bajo la cama. Pero, esta vez, se percató de algo. Había un sobre justo detrás de su pequeño tesoro, un sobre color crema que también estaba cubierto por una película de polvo. Lo cogió, sopló delicadamente su superficie y se sentó en la cama. Lo abrió y, al instante, reconoció esa caligrafía. 

Querida V: 
Si estás leyendo esto supongo que ya estaré muy lejos. Estas palabras no significan una despedida, ya que espero reencontrarme contigo algún día, pero, como ya sabes, todo lo que no digo a través de mis labios se me da mejor decirlo bolígrafo en mano. Y ahora que se que ya no estoy a tu lado cada día como hasta hace poco quiero que sepas todas y cada una de esas pequeñas cosas que nunca te dije.
Cada segundo a tu lado es perfecto, tanto para mi como para todos los que te rodean habitualmente. Con esas locuras tan tuyas haces que cada instante contigo se convierta en un recuerdo digno de guardar en esa cajita que siempre tienes a mano. Eres especial, V, y quiero que aprendas a comprenderlo. 
Que me encanta pasarme horas observándote dormir; que tienes exactamente ciento veinte pecas en las mejillas, cada cual más bonita que la anterior; que adoro cómo te recoges el pelo dejando algunos pequeños rizos sueltos sobre la cara; que me encanta cómo tus mejillas se sonrojan cuando te susurro al oído que te quiero, y que no te puedes imaginar la sinceridad de mis palabras cuando lo hago.
Se que esto es algo muy duro para los dos, pero quiero que seas fuerte. Tenemos que pensar que la distancia, en nuestro caso, no creará olvido. Siempre que me necesites, vuelve a leer esto. Estoy en cada una de estas palabras, para ti. Y recuérdame, tanto a mi como a todos nuestros momentos, porque fueron reales, V, te lo aseguro. 
Porque se que, esté donde esté, te estoy echando de menos. Te quiero como siempre hice y como siempre haré.
             Hasta la próxima, pequeña.
                                        M.

Las lágrimas saladas le recorrían las mejillas. Nunca dejaba de sorprenderla. Colocó la carta en el interior de la caja de los recuerdos, convirtiéndola en uno más y deseando volver a colocar ahí momentos suyos, juntos.
Le esperaría. Sin duda, lo haría.

jueves, 11 de agosto de 2011

A veces, te das cuenta de que nunca hay suficientes abrazos

Y, de repente, llega un día en el que ocurre algo que te hace abrir los ojos. Uno de esos días en los que aprecias cuánto de real es aquello que vivimos.
Como si nada, abres bien los ojos y te das cuenta de muchas cosas. De que los problemas del día a día son realmente insignificantes, de que el amor que verdaderamente importa y el que debemos tener miedo de perder es el de la familia y los buenos amigos, y de que cada instante, por pequeño que pareza, cuenta. Y vemos de cerca la razón que tenía aquel que dijo que hay que vivir cada día como si fuera el ultimo, porque las cosas cambian mucho, y muy rápido.
Hay personas que, en los momentos menos esperados, te enseñan esta clase de cosas. Que lo que jamás hay que perder además de la esperanza es la fuerza. Y lo que debemos dejar de lado es el miedo. Es bonito ver cómo alguien se enfrenta a los problemas con una gran sonrisa por delante.
Porque llega esa clase de días en los que aprendes que basta ya de tonterías. Que lo importante no es entrar en una buena carrera, saber qué ponerme hoy o los meses de vacaciones.
Aquí, lo verdaderamente importante, son las personas.

miércoles, 27 de julio de 2011

Carta a quien fuiste

Ha pasado tiempo. Mucho, en realidad, y supongo que lo sabes. Más bien, tengo la esperanza de que lo sepas dado que durante todos estos días no ha habido uno solo de ellos en los que no mirara sin pestañear a las agujas del reloj, suplicándoles que cambiaran de sentido.
¿Te acuerdas de mí? Pero qué digo... ni siquiera yo misma recuerdo a aquella chica que fui. Aunque tú también has cambiado. Todo ha cambiado, a mi parecer.
Dicen que los años no pasan en balde y creo, o deseo creer que, tanto a ti como a mí nos han ayudado. Al menos yo dejé atrás a esa persona que era cuando estaba junto a ti. Recopilé todo lo aprendido y, con el paso de los días, fui convirtiéndome en otra totalmente distinta. Supongo que tú habrás hecho lo mismo. Aún, desde la distancia, lo noto. Es un aire diferente, distinto al que ambos respirábamos cada mañana.
El tiempo pasó haciendo de las suyas, cambiando lo que creíamos que no cambiaría y moviendo nuestro mundo cada vez más centímetros. Dicen que esto es crecer. Si es así, yo he crecido, al igual que tú, pero he de reconocer que no olvido, y espero que tú tampoco.
Si te escribo esto es para decirte que, por fin, paso página. Que hago lo que debí hacer hace ya mucho tiempo. Sigo adelante sin más, dejando en su sitio todo lo que nunca debió moverse de su lugar. Pero, antes, he de pedirte algo.
Se que todo ha cambiado, que no somos los mismos y nuestros caminos mucho menos. Pero, por favor, no me olvides. Recuerda a aquella que fui a tu lado, a la de la carcajada permanente y los chistes tontos. A la de los abrazos a menudo y la música deprimente. 
Por un momento, sólo por un momento, deja volar tu imaginación. Toma una máquina del tiempo y regresa a aquellos días. Coge un pedacito de cada uno de ellos y guárdalo para siempre.
Yo, mientras tanto, seguiré recordando a aquel chico de sonrisa sincera y camisetas de dibujos. Ese que llamaba a las tres de la madrugaba para hablar de nada y al que me encantaba abrazar.
Se que ahora todo eso queda muy atrás, pero aún guardo la esperanza de que, en algún momento, esas dos personas que fuimos lleguen a reencontrarse y vivan todo aquello que el tiempo no les dejó vivir juntos. 


Recuerda hasta las cosas más simples. Siempre fueron las más importantes. 

viernes, 22 de julio de 2011

De vez en cuando

Era una sensación extraña, como de ahogarse en sí misma. Supongo que los días habían cambiado mucho con el paso del tiempo, o, tal vez, es que me aferro a pensar que es así, pero la cuestión es que ella, la chica de la sonrisa dulce que apenas se borraba, ya no era la misma.
De un día para otro vio cómo hasta las mas pequeñas ilusiones, a veces, también se quiebran. Se dio cuenta de que darlo todo por todos no siempre significa un pacto de lealtad y el asegurarse unos días mejores. Ahora, todo aquello ya habia pasado.
Y es que hay determinadas ocasiones en las que, a pesar de todo, cuando más lo necesitas buscas y sólo ves siluetas marchándose, dispuestas a pasar de largo. Se dio cuenta de todo esto, tal vez, demasiado tarde. Tan tarde como para verlo y empezar a correr hacia el otro lado.
¿No has sentido nunca esas ganas de correr en contra de la marea en busca de una pizca de libertad, apartándote de este mundo que, muy a menudo, hace daño? Pues yo creo que es eso lo que ella, esa chica que siempre fue tan ingenua, debió sentir.
Porque corrió y corrió en busca de nuevas caras, nuevas miradas y nuevos abrazos que no la defraudaran, aun sabiendo que, inevitablemente, acabarían por hacerlo. Pero, en ese momento, correría hasta encontrar a otras personas nuevas.
Muchos la llamaron ingenua y, sobre todo, loca. Pero, ¿te digo algo? Ahora, a pesar de los años que hace que no veo esos ojos del color del cielo es cuando me doy cuenta de toda la razón que se escondía tras ellos. Porque es hoy cuando yo saldría corriendo sin parar en busca de nuevos caminos.

jueves, 14 de julio de 2011

Hace muchos años conocí a una chica, y es curioso como aún la recuerdo perfectamente.

Apareció un día cualquiera, uno de esos en los que la monotonía se apodera de cada rincón y llega algo que la rompe totalmente. Ella fue ese algo. Con su característica sonrisa y sus ganas locas de vivir irrumpió en mi mundo y, en un instante, hizo que éste quedara patas arriba.
Estaba loca, pero loca de remate; era la hiperactividad concentrada en una única persona. Fue ella quien, cada día, me animó a seguir adelante y a continuar luchando por un sueño que, sin saber ni siquiera cómo, se volvió totalmente real. Me acompañó día sí y día también por un camino tortuoso y complicado, dándome la mano en cada pendiente y contando chistes malos constantemente para amenizar el doloroso trayecto.
Y es que un minuto aburrido a su lado se convertía en una hora de carcajadas aseguradas, de momentos de esos tontos que, sin saber por qué, recuerdas toda tu vida. Así, cada instante con ella fue formando algo tan fuerte que ni siquiera puedes imaginar.
Se convirtió en esa clase de amiga que permanece contra todo pronóstico. Era la clase de persona que lucha por un sueño a pesar de que cueste. Y, ahora, años después, veo como todo aquello costó, pero me alegro al ver también cómo de real se ha vuelto aquel sueño tan suyo.
Ella es así. De ese tipo de personas que cuesta encontrar, pero que llega y, cuando lo hace, es para siempre. Fue esa persona a la que hice prometer que no me olvidaría, y la misma que, aún a día de hoy, no ha roto su promesa.
¿Sabes? Dicen que las pequeñas cosas crean grandes recuerdos. Tan solo por el corazón tan inmensamente grande que tenía a ella no se la podía considerar una cosa pequeña, te lo aseguro. Pero es cierto que creó a mi lado algo mucho más grande: una historia. Una historia digna de ser contada, con altibajos como otras tantas, con distancia y despedidas, pero con muchísima amistad y cariño que hacían de lo demás un mero bache en nuestro camino.
La distancia y el tiempo nos juegan malas pasadas rompiendo lazos que creíamos unidos y distanciando a personas que luchaban por no separarse nunca. En nuestro caso, es cierto que hubo cambios, muchos si te soy sincera. Hubieron cientos de despedidas, pero también cientos de reencuentros. Y hubo días de echar a correr en busca de, al menos, uno de aquellos chistes malos, pero sabía que faltaba cada vez menos para que volviera aquí a contarlos, aunque ya los hubiera oído mil veces. Así que me alegro de que el final, a veces, como en nuestro caso, no encuentre su momento. Han pasado muchísimos años y ella sigue aquí, al igual que el primer día.
Ojalá tú puedas vivir algo como eso. No todos tenemos la suerte de encontrar a alguien así, pero te aseguro que los afortunados lo somos de por vida.

Para la chica de la sonrisa permanente. Feliz 18 cumpleaños 
Te quiero muchísimo

lunes, 11 de julio de 2011

Y ya no hay vuelta atrás

¿Y si hubiera hecho algo diferente? ¿Y si hubiera dejado a un lado el miedo, soltándolo todos sin tapujos? ¿Y si le hubiera dicho lo que creía tan evidente?
En ese momento se hizo mil y una preguntas, y respondió a tan pocas... Había pasado muchísimo tiempo desde que se fue, y aún la idea de haber podido cambiar algo le rondaba constantemente. Tenía claro que, si existieran las máquinas del tiempo, cualquiera era el momento oportuno para montarse en una y regresar a sus brazos.
Regresar de nuevo a aquel día, al menos, a cinco minutos antes de verlo partir por última vez. Agarrar fuerte su mano y retenerlo diciéndole que no diera más pasos, que se quedara a su lado porque, de cualquiera de las maneras, lo necesitaba. Lo necesitaba en su vida a cada instante. 
¿De verdad esa frase hubiera cambiado algo? No tenía ni la menor idea. En el instante en que le vio partir pudo hacer muchas cosas, había miles de opciones y ella eligió una, la más cobarde sin duda. Entre todo el caos de su cabeza, entre ese barullo de recuerdos y arrepentimiento sólo tenía claro algo: él ya no estaba, y hubiera elegido cualquiera de las otras muchas opciones con tal de que permaneciera a su lado costara lo que costase. 

martes, 28 de junio de 2011

Aunque ni siquiera lo imagines

Yo fui aquella que caminó más deprisa por permanecer a tu lado, la que corría si era necesario en busca de una de tus sonrisas, y la que soñaba despierta con cada carrera.
A pesar de que no lo sepas, aunque ni tan siquiera lo imagines, cada uno de mis suspiros tenía nombre propio, al igual que cada lágrima. Ese día en el que te dije que no te alejaras de mi lado pretendía que me abrazaras con fuerza y me susurraras al oído que no te moverías un ápice. Y ese otro en que prometí no olvidarte, lo hice mucho más en serio de lo que hasta yo misma creía.
Y, aunque no pienses que esto va dirigido a ti, he de decirte que, desde esa tarde de helado de chocolate y bromas, empecé a darme cuenta de que no eres esa clase de persona que pasa por mi vida sin dejar rastro, ni lo serás nunca. Tú eres esa clase de persona que, como otras tantas, se marcha, pero con una diferencia: me enseñaste. Directa o indirectamente gracias a ti aprendí que, a veces, es mejor decir adiós. Aprendí a tirar el reloj por la ventana y a disfrutar de cada momento como si fuese a repetirse eternamente. Me ayudaste a formar mi yo de hoy y, por ello, desde la distancia, te doy las gracias.
Porque me di cuenta de que las personas especiales también se marchan de tu vida, pero siempre dejan huella.

Por todos aquellos especiales que se han marchado o lo harán. Ni siquiera el tiempo consigue borrar esta clase de recuerdos.

jueves, 23 de junio de 2011

Se trataba de la noche más mágica del año

Arena, mar, pies descalzos, sonrisas, luna, estrellas, música, bailes, fuego y, sobre todo, sueños; mil y un sueños.
Esta era una noche especial, una de esas en las que se olvidan todos aquellos problemas de cada día y son sustituidos por pequeños papeles llenos de deseos en los que depositamos todas y cada una de nuestras esperanzas para que se vean cumplidos. 
Y es que, ¿qué más da si no se cumplen? Dicen que la esperanza es lo último que se pierde y, en una noche como esta, todos la tenemos siempre muy a mano. Es cuestión de desconectar, de dejar pasar las horas viendo cómo sonríes y cómo todos tus problemas se desvanecen como el fuego que arde ante tus ojos. Se trata de disfrutar, de comenzar el verano con buena cara, esperando que la sonrisa que se te dibuja no se borre en los meses que quedan por delante.
Y teniendo en cuenta siempre que, algunos sueños, se vuelven realidad. Sólo por eso ya vale la pena.


Feliz noche de San Juan a todos. Disfrútenla muchísimo y no olviden la sonrisa.
Naïve

domingo, 12 de junio de 2011

Hay miradas que lo cambian todo

Avanzaba por una calle desierta mientras la ciudad dormía. A cada paso, veía desaparecer el mundo a su espalda. Todo se desvanecía, quedando tan solo ella y sus absurdos sentimientos.
Por un momento se sintió sola, pero lo sabía; sabía que él estaba allí o, al menos, todo lo que ella había podido guardar: su recuerdo. 
Y es que todos tenemos nuestro punto débil, y ella se había dado cuenta hacía ya tiempo de quién era el suyo. Desde ese día que decidió jugar todo a una sola carta; desde ese estúpido día en que optó por saltar al vacío sin medida de seguridad alguna con la certeza de que él la sujetaría en el momento exacto. Desde aquel día en el que el miedo a enamorarse desapareció, todo empezó a estar perdido. Porque él no la cogió, y ella cayó al vacío totalmente sola, al igual que ahora. 
Dicen que quien no arriesga no gana, pero ella sabía que había arriesgado demasiado, y ahora ya era muy tarde para dar marcha atrás. A partir de ese día, tanto ella como su recuerdo caminarían siempre juntos de la mano, y eso era algo con lo que tendría que aprender a convivir.

martes, 31 de mayo de 2011

Con eso me basta

En ese momento, estoy segura de que alguien le dio al pause, porque todo paró de golpe. Pude ver todo mi alrededor, a esas personas conocidas y a él, que mantenía una de esas conversaciones conmigo; una de las nuestras, que no ocurren diariamente, por lo que son cada vez más especiales.
Así que cerré los ojos y deseé con todas mis fuerzas que aquel fuera uno de esos momentos tan aparentemente normales que, sin saber por qué, recuerdas siempre. Aprecié cada pequeño detalle, sabiendo que cada vez quedaba menos para el fin de nuestras conversaciones especiales. Los caminos se separan y, a estas alturas, yo no podía hacer ya nada al respecto.
En ese momento, alguien volvió a presionar otro botón, en este caso, el play; y yo volví a la realidad, continuando con nuestra conversación. Y sonreí. Sonreí al ver como, a pesar de todo, esa era una conversación nuestra, tal y como las otras muchas que empezaron hace ya doce años.


Como dice aquella canción "La vida se nos va como el humo de ese tren", y yo me alegro de que, a pesar de eso, hay ciertas cosas que no cambian. Y aún espero a que no lo hagan. 

miércoles, 25 de mayo de 2011

Y no te sueltes

Con el paso de los años, viendo abiertas sus cicatrices día sí y al cabo de dos más también, se dio cuenta de que, para olvidar, todos necesitamos aferrarnos a algo que nos ayude a levantar la vista del suelo y observar todo lo que nos habíamos estado perdiendo. Ella lo hizo. Se agarró fuertemente a sus amigos y a su familia. Se aferró a sus sueños, a sus ilusiones y a las miles de esperanzas depositadas. Esquivó su ilusión de verle, al menos, una vez más, sustituyéndola por sus ganas de sonreír en la cima de su propia montaña. Rechazó cualquier atisbo de recuerdos a su lado, por muy inolvidables que parecieran, y empezó a mirar hacia ese futuro cada vez más cercano en el que, al fin, sería feliz.
Tras mucho tiempo intentándolo, borró su huella definitivamente de su piel. Y es que se dio cuenta de que olvidar es difícil sólo si tú haces que lo sea.


Uno de mis pocos días algo optimistas.
Gracias por leer y comentar :)
un abrazo fuerte, Naïve.

viernes, 20 de mayo de 2011

Es hora de despedidas

Y llega el momento en el que te das cuenta de que se acabó, que toda salida tiene una meta y que, al parecer, esta carrera fue más rápido de lo esperado. Y te remontas a años atrás, hacia el primer día en que pisaste este lugar, dándote cuenta de que, sin duda, las cosas han cambiado, y mucho. Los miles de momentos vividos entre esas cuatro paredes se convierten en un álbum abierto, repleto de instantes, de risas, lágrimas, nervios, abrazos, estrés, locuras, sueños y, sobre todo, amistad. Los recuerdos se acumulan en nosotros y aparece esa nostalgia a dejarlos marchar, a cerrar una puerta para abrir otra. Pero sabemos que, ahora, toca decir adiós.
Sin darnos cuenta, ya estamos pisando sobre aquello a lo que, hasta no hace mucho, llamábamos futuro. Eso que no dejábamos de planear, acerca de lo que teníamos mil sueños y mil y una esperanzas. Ese futuro que, de un día para otro, se convirtió en presente. 
Y, cuando sales por esa puerta por última vez sólo piensas que ya nada va a volver a ser como antes, pero, ¿sabes qué? los recuerdos no se borran, y está más que claro que, en este lugar, tenemos millones de ellos.


Para todos ellos, bienvenidos a nuestro particular futuro.
Gracias por formar parte de esto

domingo, 15 de mayo de 2011

Y, después del adiós, ¿qué se supone que hay que hacer?

Y volví. No me preguntes por qué pero volví al lugar donde nos conocimos. Ese lugar que no pisaba desde el día que te marchaste, y el mismo en el que viví momentos increíbles, todos contigo.
Me senté donde siempre, con la esperanza de que allí quedara un poquito más de ti. Se trataba de recopilar pedacitos de ti para llenarme un poco más a mi.
En ese momento vi a alguien pasar. Eras tú, no me lo podía creer. ¿Qué hacías allí? Y, peor aún, ¿qué hacía yo allí? No quería que me vieras, por lo que traté de disimular. Aún así, me viste, como siempre.
Sabía que no te acercarías, había pasado demasiado tiempo, pero está claro que, desde aquel día, nada volvió a ser lo mismo. El fuego se convirtió en hielo, y nuestros caminos, que habían terminado formando uno solo, se separaron más que nunca, convirtiéndose en dos rectas totalmente paralelas, aunque, todavía, tu creabas unos cuantos baches en el mío.
Te sentaste en el césped, tú solo con tus pensamientos, de los cuales yo ya no era partícipe. Yo me dediqué a mirarte, a asegurarme de que tus rasgos no habían cambiado, de que esos ojos seguían siendo igual de profundos y de que esas mejillas continuaban sonrosadas. De vez en cuando, levantabas la vista y mirabas hacia donde estaba, mientras yo, torpemente, intentaba hacer como si leyera un poco.
Las horas pasaron volando. No me cansaba de estar así, de ver que estabas bien aunque no me lo contaras, de comprobar que, aparentemente, seguías siendo el mismo, a pesar de que no pudiera darme cuenta por mí misma. Te levantaste del césped y me miraste. Esta vez, yo no te evité. Me sonreíste y te fuiste por donde habías venido, mientras yo veía cómo te alejabas de nuevo.
Te voy a echar de menos”- pensé. Y, de hecho, pareciste oír mis pensamientos porque, entonces, diste media vuelta y me miraste. No me preguntes por qué, pero en ese momento supe que ese era nuestro particular adiós, que se había acabado. Tú debiste pensar lo mismo, porque te despediste con la mano y me enseñaste esa sonrisa, la de siempre, en la que te salían ese par de hoyitos tan especiales. Una como las miles en las que yo me había sumergido y de las que nunca quise salir. Pero, esta vez, simplemente cogí esa sonrisa y la guardé en lo más profundo de mis recuerdos.


martes, 3 de mayo de 2011

Y los sueños, sueños son

Se encontraba sentada en medio de la nada, ahogándose en su propio dolor y lamentándose por todo lo que pudo llegar a ser y no fue. De hecho, llevaba bastante tiempo en la misma situación.
De repente, una silueta se acercó, y ella, aunque inmensamente feliz al reconocerlo y ver cómo se acercaba, también sentía una gran desconfianza. Temía que fuera una ilusión más de las suyas.
Pero llegó a su lado, le dio la mano y la ayudó a levantarse de una vez por todas. Ella, no pudo más que llorar. Lágrimas de felicidad.
Luego, la abrazó fuerte, muy fuerte. Como si con ese abrazo le asegurase no moverse de su lado nunca más.
Ella, por su parte, sonrió. Después de tanto tiempo volvió a sacar esa sonrisa que sólo él provocaba, y ahora más que nunca.
- Gracias.
- ¿Por qué?
- Por volver.
Abrió los ojos de golpe. Lo oscuro de la habitación le indicó que no había amanecido aún. Buscó la luz a tientas y se incorporó en la cama. Estaba tan acostumbrada a esa clase de sueños...
Se dio cuenta de que echarle de menos se había convertido en su día a día.






Últimamente sueño demasiado...
Un beso a todos

domingo, 24 de abril de 2011

Hubo un momento en que se agudizaron todos y cada uno de sus sentidos

Sus pies se hundían en la suave arena húmeda a medida que avanzaba por la playa, mientras pequeñas gotas saladas acariciaban sus tobillos y, de vez en cuando, mojaban su vestido blanco. El sol comenzaba a dar pinceladas anaranjadas y la brisa hacía revolotear su pelo sin ton ni son. 
Caminó durante no se sabe cuánto tiempo hasta que acabó por sentarse en la arena para contemplar la puesta de sol. Respiró profundamente y sonrió; adoraba ese olor, ese perfume a brisa marina que le daba una sensación de libertad increíble.
Fue entonces, en ese momento, cuando se agudizaron todos sus sentidos. Al principio no se había percatado pero, poco a poco, su mente fue recopilando detalles de ese lugar, llevándola a través del tiempo, hacia unos meses no tan lejanos que a ella le parecían eternos. Se recordó sentada sobre esa arena, dibujando cosas sin sentido sobre ella y haciéndole rabiar cada vez que lo salpicaba con el agua salada. Él. Él siempre permanecía a su lado contándole mil y una historias que ocurrían más allá de la línea del horizonte y abrazándola muy a menudo. 
De repente, el lugar comenzó a impregnarse de todos y cada uno de esos momentos. Los recuerdos de aquel verano inolvidable la invadieron por completo, pero esta vez era diferente a las demás. Esta vez no tuvo que salir corriendo evitando, como siempre, al pasado. Esta vez continuó sentada, contemplando el atardecer y, aunque recordando, haciéndolo con una sonrisa bien dibujada en la cara. Y se alegró al ver que la historia de nunca acabar había llegado a su fin.


Ahora, era el momento de vivir nuevos atardeceres.

Premio primavera ♥

Muchísimas gracias a Coquette y su baúl de sueños (http://coquetteysubaul.blogspot.com/) por este premio. Me alegra que te hayas acordado de mí a la hora de entregarlo y, sobre todo, que te guste el blog. 
Como siempre, espero que disfrutéis tanto leyendo como yo a la hora de escribir que, sin duda, es muchísimo :)


Mis premiados son:
Cada quien hace su propia definición de la perfección (http://fragelle.blogspot.com/)
- El cielo es de muchos colores. (http://palabrasquesusurraelviento.blogspot.com/)
- Boleto de viaje (http://in94hours.blogspot.com/)

Felicidades a los premiados y un abrazo enorme a todos. Gracias por estar aquí 

martes, 19 de abril de 2011

Y es ahí, justo en ese momento, cuando te das cuenta de que las cosas solo ocurren una vez. Y por mucho que te esfuerces, ya nunca volverás a sentir lo mismo; ya nunca tendrás la sensación de estar a tres metros sobre el cielo.

3MSC

jueves, 14 de abril de 2011

Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Y, sin darnos cuenta, llegó el día en el que el tiempo comenzó a hacer de las suyas. Empezó a correr y a correr sin previo aviso y nosotros, totalmente al margen, no nos dimos cuenta
De repente, cae la venda y vemos la verdad: todo ha cambiado; todos han cambiado. El cielo ya no es tan azul, lo que era realidad se ve ahora distorsionado, las sonrisas no son tan sinceras y los abrazos, ahora, se piden. 
Y nos quedamos perplejos mirando hacia algo en parte nuevo, pero que, por otro lado, sabíamos que llegaría. Nos quedamos así, como hipnotizados sin poder creer lo que está ocurriendo y sin dejar de preguntarnos en qué momento cambió todo.
¿En qué momento? Pues en todos. En cada uno de esos momentos, por muy pequeño que fuera, íbamos perdiendo algo, hasta que llegó el día en que lo perdimos todo.
Todo, incluso las cosas más pequeñas, acabaron moviéndose de su lugar mientras nosotros hacíamos por evitarlo a nuestra manera. Nos despedimos de cientos de cosas, de miradas, de sonrisas, de personas; pero son cosas que sabemos que permanecerán en nuestros recuerdos para siempre. Sin embargo, aparecen otras sonrisas nuevas, personas que dan giros de 180º a nuestro mundo y experiencias que tampoco olvidaremos. Por eso, creo que el tiempo no siempre va en nuestra contra
Despídete con una sonrisa de aquello que se fue, y no lo olvides nunca. Pero sonríe aún más por todo lo que llega.

jueves, 7 de abril de 2011

Mamá, de mayor quiero ser dibujante de sonrisas

Siempre fue su sueño. Por muy alocado que llegara a parecer con el paso de los años, el hecho de dibujar sonrisas en las personas no dejó de resultar nunca una aventura de lo más intrépida. 
Y es que, ¿por qué era todo el mundo tan serio a veces? Jamás lo entendería. Por eso, se dedicó a ello por completo. A lo largo de toda su vida se encargó de dibujar sonrisas en su familia, de sacar ese par de hoyitos en todos sus amigos y de conseguir carcajadas hasta en las personas que no conocía.
Porque ella sabía que la felicidad se compone de pequeños detalles, y una sonrisa siempre ayuda.


Muchísimas gracias a esos 100 seguidores, de verdad. Me alegra que os guste el blog, y espero que disfrutéis tanto leyendo como yo escribiendo.
Un abrazo enorme 
Naïve

Y es que la vida no se mide por las veces que respiras, sino por los momentos que te dejan sin aliento.
Hitch

lunes, 4 de abril de 2011

Recuerdos melódicos

Ni siquiera se dio cuenta de que la canción que escuchaba ya había terminado. Fue un par de segundos más tarde, mientras empezaba a sonar una nueva melodía cuando apreció la familiaridad de aquellas notas. Se reincorporó en el sofá y se le escapó una amplísima sonrisa, una de esas llenas de recuerdos, pero de los buenos.
Hacía tanto tiempo que no escuchaba aquella canción... y es que, ¿quién podría pensar que seguiría teniendo las canciones de Disney en su reproductor de música? Seguramente nadie. Pero, en ese momento, se sintió inmensamente feliz por no haberlas borrado.
Comenzó a tararear la canción que, cómo no, seguía conociendo a la perfección a pesar del paso del tiempo. Recordó entonces las miles de veces que preparaba su habitación y daba un concierto a toda su familia cantando sin parar durante varias horas. También se acordó de las tardes con sus amigas, de las mañanas de recreo en el patio del colegio, y de los días en los que veía una y otra vez las películas cuyas bandas sonoras conocía de memoria y ahora escuchaba a través de sus auriculares.
Le encantaba regresar de vez en cuando a su niñez, escuchar la letra de aquellas canciones y reconocer la dulzura de sus palabras, soñando con cada una de ellas. Desconectar de un mundo de adultos en el que nunca se imaginó estar. 

Recuerdos melódicos que hacían las veces de máquina del tiempo, devolviéndole las sonrisas sinceras que, de vez en cuando, todos necesitamos.

lunes, 28 de marzo de 2011


Una tarde más andaba por una de esas calles de la gran ciudad que la había cautivado hacía ya bastantes años. Sin duda, Londres había cambiado mucho desde entonces.
Las horas habían pasado volando y se sorprendió al ver cómo un tono anaranjado comenzaba a cubrir los tejados de los edificios mientras el sol trataba de ocultarse mucho más allá de lo que su vista pudo alcanzar. Aún así, a pesar de la hora, no dudó en pasear por el parque que se encontraba a tan solo dos manzanas, ese que siempre le gustó y al que acudía cada día rigurosamente. 
Las hojas secas del suelo se acomodaron a su paso lento mientras ella, atentamente, comenzaba a leer todas aquellas palabras escritas en bancos y árboles. Letras que desprendían amor con sólo mirarlas y que, además, contaban historias con las que a ella siempre le gustaba soñar. Fantasmas de cientos y cientos de parejas que acudían a su encuentro. Miles de promesas, muchas cumplidas y otras tantas sin cumplir, quien sabe, pero le encantaba mirarlas y darse cuenta de que, después de todo, existían cosas por las que sonreír. 
Una lluvia suave comenzó a deslizarse por su piel arrugada por el paso de los años. Ella, poco a poco, sacó su paraguas y lo abrió para resguardarse del agua. Decidió volver sobre sus pasos y regresar a casa; ya había sido suficiente por hoy.
Entonces, cuando apenas había dado unos pasos se fijó en el tronco de un viejo árbol que le resultaba familiar, pero en el que nunca se había fijado detenidamente. Se acercó con cuidado y, a duras penas, logró leer lo que, torpe pero románticamente, habían escrito. De repente, los recuerdos la invadieron por completo. ¿Cómo olvidar el día en el que él, mientras paseaba con ella de la mano, se topó con aquel árbol? No pudo más que sonreír de nuevo, con añoranza, pero ahora con la certeza de que existen ciertas cosas que ni siquiera el tiempo consigue borrar.

viernes, 18 de marzo de 2011

Punto y final

Quise quedarme ahí, donde estaba, que se acercara y, con un simple hola, me llevara a un mundo aparte. Quise verle de cerca, recordar la profundidad de sus ojos. Quise notar su piel cerca. Pero nada de eso ocurrió. Apareció en ese momento esa yo que nunca había conocido, esa que apartó la mirada y salió lo más rápido posible de ese lugar. Esa yo que, por primera vez, no le esperó, a pesar de que me doliera infinitamente. 
Y es que hoy, a pesar de todo, me di cuenta de que no puedo seguir esperando a ver esa mirada, esa sonrisa o esa voz, porque todo, absolutamente todo ha cambiado. Su mirada no es la misma porque ya no refleja mi sonrisa, su sonrisa ya no aparece gracias a mis tonterías, y su voz... su voz ya no habla de un nosotros


Y ahora, sólo un par de líneas para esas personas que se que saben que hoy colgaría una entrada como esta. Porque a pesar de todo el tiempo que ha pasado no dejan de animarme con sus miles de abrazos. La verdad es que gracias se quedaría muy muy corto



lunes, 14 de marzo de 2011

Tal vez sea mejor así

Olvidarte y pasar página; es más, empezar un nuevo libro en el que tú no aparezcas ni en un solo capítulo. Evitar esa canción tan tuya como mía. Olvidar mi sensación cuando estaba contigo. Comenzar a mirar lo que me rodea con otros ojos, unos que no sólo te vean a ti. Borrar los pequeños instantes, que siempre fueron los más importantes. Cambiar tu olor por el del chocolate caliente, y tus carcajadas por las de mis amigos, que nunca se fueron. No imaginar en un libro nuestra "perfecta" historia. No contagiar mis caras largas por tu culpa. Volver a sonreír tal y como lo hacía antes.

Terminar mi absurda carta de despedida de una vez por todas y, al fin, poder decirte adiós. Puede que sea mejor así, para que dentro de un tiempo mire hacia atrás y pueda sonreír recordando aquello que tú, desde que te fuiste, me ayudaste a comprender: son esa clase de golpes los que te hacen un poquito más fuerte.