jueves, 27 de marzo de 2014

Hasta siempre

Sin saber muy bien por qué, tecleó esa dirección en su ordenador, que la llevó de vuelta a su pasado. Palabras Tardías seguía ahí, tal y como lo había dejado la última vez hacía ya varios años. Ese rincón especial donde siempre conseguía refugiarse la saludó de nuevo, y ella no pudo evitar, como una de tantas veces, volver a sumergirse en sus frases.
Siempre había sido su pequeño lugar, en el que hablar consigo misma y con quien quisiera escucharla. Un lugar en el que nunca dejó de recordar a quienes ya no estaban pero, sobre todo, a alguien en concreto. Cada letra, cada frase y cada coma estaban dirigidos a una única persona a la que aún recordaba perfectamente.
Sin embargo, a medida que leía su sonrisa se ampliaba más y más. Y no porque los textos con los que se encontraba en ese viejo blog fueran precisamente alegres, sino simplemente por recordar. Por recordar y ver cómo cambiaron las cosas con los años. Cómo, lo que veía totalmente negro en su momento, acabó por tener su pequeño haz de luz y cómo, con el tiempo, las cosas empezaron a salir como debían.
Que no era la misma era un hecho, y lo que la rodeaba ahora mucho menos. Sin embargo, tenía algo pendiente. Nunca le gustaron las despedidas, pero tuvo claro que éste era el momento de decir adiós al sitio en el que, sin duda, se sintió más segura por aquellos años. Tocaba dar una explicación a todos los que necesitaban leerla y, sobre todo, asegurarles a todos los que se pudieron sentir identificados que las cosas, al final, y aunque a veces tarden demasiado, cambian. Y así lo hizo.

Sin licencia literaria alguna comenzó, y fue curioso cómo, después de tanto tiempo sin escribir, las palabras salieron solas. Cerró la página con la mayor de las nostalgias, pero con la certeza de que había hecho bien. Palabras Tardías seguiría ahí, para quien quisiera, incluso para ella misma. Pero, ahora, ella debía empezar en otro lugar.




Supongo que esto es algo que debería haber hecho hace ya demasiado tiempo. Palabras Tardías acabó en el momento en el que las sonrisas de verdad aparecieron en mi camino. Creé el blog con la intención de contar pero, ya saben, sobre todo a mí misma. Me alegra ver cómo esa etapa de mi vida ya pasó y cómo aún las sonrisas no se han ido.
Gracias a quien me las saca cada día, a quienes me animaron a empezar con esto y a quienes lo hicieron ser incluso más importante de lo que ya era para mi.
Vuelvo a escribir, pero supongo que en algún otro lugar. Naïve siempre será una parte importante de mi vida, y este espacio también. Creé Palabras Tardías para decir todo lo que me callaba de la mejor manera que sabía, para contar mi larguísima historia, pero sorprendentemente, acabó por llegar a muchas más personas de las que esperaba en un principio. A todas ellas gracias.
Incluso, a todos los que llegan ahora, o llegaron tarde, gracias también. Esto seguirá abierto para todos, ya que tengo claro que no se borra aquello que vives. No me arrepiento de nada porque, al fin y al cabo, todo esto me ha llevado a donde estoy hoy. Incluso esa persona de la que tanto les hablaba. Él también me ha llevado a hoy y, aunque en su momento doliera, nunca podré agradecer todo lo que vino tras mucho tiempo de espera. Y es que, al final, todo llega.

Gracias, de corazón
Naïve






viernes, 21 de septiembre de 2012

"Buenos días, princesa"

Incluso sin haber abierto los ojos, ya estaba sonriendo. Supongo que esa es de ese tipo de frases que a todas nos gustaría escuchar algún día y, por eso, decidí, antes abrir los ojos, concentrarme un poco en cada pequeño detalle de esa calurosa mañana de lunes para que no pasara inadvertida y poder recordarla siempre. El sonido de su voz, ese beso para despertarme, el pequeño haz de luz que, poco a poco, se colaba por la ventana. Todo eso quedó bien guardado. Entonces, abrí los ojos. Estaba mirándome, con esa sonrisa que conseguía, si es que eso era posible, que la mía se ampliara aún más. Le acaricié el labio inferior con la yema de los dedos, y mi beso de buenos días no pudo ocultar lo feliz que era en ese momento. Esa era la primera de muchas mañanas juntos pero, sin duda, nunca dejaría de ser especial. 


Es curioso cómo, cuando ya habías dejado de creer en los momentos perfectos, éstos consiguen, en apenas cuestión de meses, materializarse en tu vida y todos a partir de una única persona. Es bonito ver cómo él se ha convertido en el comienzo de esa clase de días que, por muy monótonos que parezcan al principio, siempre acabarán por sorprenderte, porque él nunca deja de hacerlo. Y, ¿lo mejor? Sin duda, el hueco que se ha ganado en tu vida, en cada mínimo detalle de ella, en el que nunca va a dejar de estar presente. Tanto lugares, como objetos, como sonrisas perdidas por calles escondidas, o cosquillas en la cama. Todo eso queda guardado, y tú no dejas de vivirlo con la mayor de las sonrisas y una esperanza que nadie consigue desplazar. Porque sabes que él ha conseguido lo que nunca nadie antes había logrado: enamorarte.




Supongo que, después de un tiempo algo perdida, he vuelto, 
Naïve.  

martes, 3 de julio de 2012

¿Destino?

Se había pasado la noche escribiendo. Mientras las gotas de agua no dejaban de llamar a su ventana, ella, al otro lado, no podía hacer otra cosa que escribir. No lograba entender. Después de tanto, todo terminó por convertirse en nada. Lo que creía perfecto se esfumó casi tan rápido como había aparecido por primera vez. ¿Y qué hacer? ¿Qué hacer cuando lo más importante que tienes contigo se va sin ni siquiera decirte adiós?
Siendo sinceros, todo esto era de esperar. Algún día las historias terminan, y eso lo sabía, pero, sin entender muy bien por qué, siempre había deseado que esa historia, esa tan suya, tan de ellos dos, fuera para siempre. Ahora, viendo cómo su mundo corría cuesta abajo no podía hacer mas que llorar, supongo que de impotencia, de lástima. Llorar porque, al fin y al cabo, duele. Y no dejaba de preguntarse, simplemente, por qué. Por qué la persona más importante, la persona a la que más había querido en toda su vida había decidido olvidarla por completo, empezar como si ella no hubiera existido nunca, como si esos amaneceres abrazados escuchando a The Fray sin parar sólo hubieran sido producto de su imaginación ¿Y ahora qué? Ahora sólo tenía ganas de desaparecer, de que esas absurdas cuatro paredes de cayeran y, con ellas, todos los recuerdos que albergaban. Ahora, sólo quería dar marcha atrás en el tiempo y suplicarle que no se moviera de su lado. 
"Supongo que los sueños no existen, y mucho menos para mi" - terminó por escribir. 
Al otro lado de la ciudad, un chico, con un bolígrafo azul y muchas ganas de desaparecer escribía exactamente lo mismo. Y yo no creo que fuera casualidad. Tiempo después ocurrió lo que tenía que ocurrir. 

    - ¿Dónde has estado todo este tiempo, cuando el mundo parecía caerse a mis pies?
    - ¿Y tú? ¿Dónde has estado tú?

Al final, simplemente, mariposas.




lunes, 9 de abril de 2012

Y, al final, te alegras de que las cosas no fueran de otra manera

"¿Puedes imaginar lo que es despertar cada mañana con una sonrisa, y que ésta permanezca las 24 horas que quedan por delante? Te aseguro que, hasta hace poco, yo era de esos que creía que las sonrisas, las de verdad, no existían, y que la felicidad no era más que un cuento de hadas. ¿Sabes? No te puedes imaginar lo equivocado que estaba. Y es que no contaba contigo, con que aparecieras tal y como lo hiciste y que, en un abrir y cerrar de ojos, pusieras mi mundo patas arriba. Yo no contaba con un destino en el que ya había dejado de creer, y con que, a veces, simplemente, pasa que un rayo de sol se abre camino entre tantas nubes. Pasa que, después de todo, sonreír se vuelve casi tan fácil como respirar, y me doy cuenta de que, hasta que me topé contigo, la palabra felicidad no se había dignado a aparecer en mi diccionario.
Y es ahora cuando me paro a pensar en qué momento comenzó todo, y me doy cuenta de que todo comenzó mucho antes de lo que pensábamos. De que, si de verdad esperaba sonrisas, tenían que ser las tuyas."

Se recostó contra su pecho y suspiró. Sabía que él siempre había sido una persona de pocas palabras, pero de muchas letras. Todo lo que sentía, todo lo que decía tan solo con una mirada estaba plasmado ahí, en esa hoja de papel que ahora ella tenía entre sus manos.


Fue entonces cuando se dio cuenta de que los suspiros son también de felicidad.

lunes, 27 de febrero de 2012

Cuando la vida empieza a sorprenderte

Había pasado demasiado tiempo, demasiados veranos y demasiados inviernos repitiendo constantemente la misma historia. Habían pasado días, meses e, incluso, años viendo cómo todo avanzaba a su alrededor, cómo todos continuaban con sus vidas excepto ella. Y es que, sin saber ni siquiera el por qué, su vida había quedado anclada en un Septiembre, hasta el momento, inolvidable. Un absurdo mes en el que a las cosas les dio por empezar a volverse grises, por empezar a doler.
Y Septiembre trajo consigo Octubre, y este Noviembre, y, así, una sucesión de días en los que las páginas del calendario no dejaban de avanzar, recordándole que, a pesar de que las horas pasasen, todo continuaba exactamente igual que aquella tarde de principios de Otoño tras la que, sin saber por qué, comenzó a vivir en blanco y negro.
Dicen que las cosas cambian cuando menos te lo esperas y, aunque ella había optado por no hacer caso a esta afirmación desde hacía tiempo, llegó el momento en el que pudo sentir la realidad de las palabras de todos aquellos que la pronunciaron. Porque un día, de repente, y prácticamente sin avisar, su mundo dio un giro de 180º. Las sonrisas empezaron a florecer y el gris comenzó a ser desplazado por una oleada de colores intensos.
Y es que, a veces, pasa. A veces, acabas por comprender que el pasado consigue evaporarse con apenas un par de sonrisas sinceras, y logras entender aquello de que, tras la tormenta, acaba por salir el sol. Ocurre que, después de todo, le encuentras el sentido a aquellas palabras que cantaban a través de tus auriculares y confías en que los deseos al soplar las velas en tu cumpleaños se vuelven realidad.
Vivió durante demasiado tiempo una situación que ni siquiera ella misma había conseguido soportar del todo. Sin embargo, a partir de ese día, todos esos momentos se habían desplazado hacia el lugar del que nunca debieron moverse: el pasado.
Cuando llega alguien que te hace mirar hacia delante, que, por fin, pone esa barrera para dejar el pasado al otro lado y consigue que no veas más allá de unos ojos que no paran de mirarte de esa manera. Cuando empiezas a sonreír por las mañanas, por las tardes, por las noches, y cada segundo del día si sabes que esa persona está ahí. Cuando descubres que es mentira eso de que la perfección no existe, porque has vivido momentos perfectos con una persona perfecta. Cuando Septiembre se desplaza y sólo piensas en un Febrero inolvidable. Cuando ocurren tantas cosas buenas que eres incapaz de creerlo... te aseguro que no hay nada mejor que eso.


Sin retrocesos, sin dudas, sin destino. 

domingo, 25 de diciembre de 2011

Son recuerdos que no se evaporan

No sé si es porque el frío de ahí fuera ha empezado a calarme mucho aquí dentro, o porque el eco de unas calles sin besos ha llegado a mis oídos. No estoy segura de que sea el sonido de las gotas corriendo por la ventana de mi habitación lo que me hace parar y pensar en todas aquellas palabras que, aún con el tiempo que ha pasado, recuerdo perfectamente.
Pero es que llegó la Navidad. Sí, un año más. Y tal vez sea precisamente por eso, porque ésta es una época en la que a todos nos da por echar de menos. Un diciembre más en el que continúo dejando pasar el frío a través de la ventana, y sigo soportando todas las sensaciones que me provoca, sintiéndome demasiado pequeña aquí dentro, frente a una ciudad por la que ya no paseamos de la mano. 
Es que no sé si es por mi, o porque, irremediablemente, hay situaciones que acaban por superarte, y ésta ha podido conmigo.
Dime una cosa, ¿qué fue de todo aquello?. Dónde quedaron los besos, los abrazos, las carcajadas... Dónde quedó, incluso, aquel par de palabras. Esas estúpidas ocho letras que aún no sé por qué, pero ambos llegamos a pronunciar. 
Y es que, no sé si será, simplemente, que fuimos tú y yo, y que nuestras historias no estaban preparadas para cuajar del todo. Que por mucho que yo evitara que nuestras vidas no llegaran a ser nunca paralelas, al final, acabaron por serlo. ¿Y qué hago yo con todo esto que tengo y que, a la vez, no tengo? Todas las sensaciones que vivimos siguen aquí, a flor de piel. Todas las palabras que pronunciaste junto a mi oído no dejan de repetirse un solo instante. 
Y es que, dime, ¿qué hago con los recuerdos que hacen daño? 

sábado, 10 de diciembre de 2011

Miradas que aparecen, sentimientos que afloran

Evitaba que sus dedos se deslizaran sobre el teclado de su ordenador y que sus manos torpes se toparan con una hoja en blanco y un bolígrafo. Rehuía cualquier posibilidad de derramar sus sentimientos sobre hojas de papel, porque sabía lo que ello conllevaba. Y es que, sólo con tener la intención de hacerlo, su dedo corazón ya se disponía a rozar aquella letra por la que empezaba su nombre, mientras el índice ya trataba de continuarlo. Porque sus manos jugaban con sentimientos que el propio corazón se ocupaba de evitar.
Y ni siquiera tenía claro el por qué de toda esta historia. Por qué alguien así se había convertido en el responsable de todas y cada una de sus sensaciones. No sabía que, hasta las estrellas más fugaces, dejan su rastro y, aunque él pasó por su vida de una manera fugaz, la huella que dejó tras su partida permanecería.
Y no bastaban las mentiras, con él no. No era suficiente confiar en que la huella que dejó en su vida se había desvanecido. Porque una mirada vale más que mil palabras y, en su caso, una mirada bastó para que el castillo de naipes se cayera y las verdades salieran a la luz. Sólo con cruzar su mirada con ese par de ojos verdosos supo que, realmente, había aprendido a engañarse a sí misma bastante bien. Los sentimientos parecieron salir a través de sus poros, y las lágrimas que tanto tiempo llevaban sin aparecer, se formaron de nuevo, deslizándose por sus mejillas como si el tiempo no hubiese pasado por su corazón.


Era él. Aún sin haberlo elegido, era él.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Inevitable, casi como respirar

Resulta extrano ver cómo, de un momento a otro, sin previo aviso, los recuerdos deciden acumularse y golpearte en plena cara con toda su fuerza. Recuerdos de hace tanto que has sido incapaz de contar los días, pero recuerdos de algo que, al fin y al cabo y, por mucho que trates de evitarlo, fue real. Tan real como que ahora te encuentras ahí, frente a ellos, leyendo esas estúpidas cartas que creiste haber despedazado por completo. Repasando cada punto y cada coma y reviviéndolas poco a poco porque, sí, te sabías de memoria cada espacio y cada bonita curva de esa caligrafía tan redondeada.
Y es que hay recuerdos que, sin remedio, teletransportan. Que hacen que se te ponga la piel de gallina como se te puso en el momento que los viviste por primera vez, que la respiración se entrecorte y que, aunque ese estúpido nudo en el estómago no desaparezca, son recuerdos que siempre acabarán por sacarte una sonrisa.
Y lo supo. En el momento en que leyó aquel punto y final de la última de las cartas supo que no quería que éstas acabaran como el resto. No quería acabar con ellas, terminar con la historia. Era inevitable porque, por mucho que se empeñara en convertir aquellas páginas del libro en meras hojas en blanco, se conocía a ella misma y tenía claro que, en su interior, cada coma, cada palabra, cada abrazo o cada respiración entrecortada junto con una sonrisa tímida estaban ahí, perfectamente. Como si se tratase del primer día.
Nunca entendería cómo alguien así había llegado a convertirse en el motivo de todos y cada uno de sus suspiros, a pesar de que llevara ya bastante tiempo sin suspirar.

martes, 22 de noviembre de 2011

Fueron dos palabras. Dos palabras y ocho letras.

¿Sabes? fueron unos meses estupendos. Hubo días horribles, en los que todo acababa por superarme pero en los que, sin darme cuenta, tú empezaste a estar, sustituyendo mis caras largas por sonrisas casi siempre. Llegaste así, de repente, sin avisar, como una de esas historias que nunca creí en las que, en los peores momentos, aparece algo que hace que cambien. Por aquí apareciste tú, que diste un giro de 180º a mi mundo, modelándolo a tu antojo sin apenas darte cuenta de lo que sucedía.
Tú con esa habilidad innata para que te quisieran, y yo con mi manía de quererte cada día un poco más. Nunca he vuelto a sentir esa confianza en alguien. Desde que te fuiste, el miedo a dar demasiado por una persona no me ha abandonado, y no te culpo. Después de tanto, todo esto era de esperar. 
Pero ya hace mucho tiempo de aquello, esos días en los que tu sonrisa no se borraba un segundo de mis pensamientos han quedado ya muy atrás. Ahora, supongo que han aparecido nuevas personas importantes, pero, sin duda, tú has sido el único capaz de hacer que mi mundo se detuviera, apenas unos segundos, simplemente para escucharte reír. 
 - ¿Y por qué me cuentas todo esto ahora?
 - No lo sé. Supongo que, de vez en cuando, el recuerdo de esos maravillosos días aparece por aquí y, aunque sé que no se repetirán, ni mucho menos, a veces pienso que necesito acabar de contar nuestra historia para poder empezar una nueva. Tú eras el único que no la conocía del todo, y eso que eres el protagonista. 


miércoles, 9 de noviembre de 2011

Dedica una sonrisa a cada día

Apareció en el momento exacto, como por arte de magia, sin avisar. Se materializó ante sus ojos y, sólo con verla, una sensación de alivio la recorrió desde la punta de la nariz hasta los dedos de los pies. Tomó el sobre blanco en sus manos, se sentó en la cama y lo abrió. Ya era la segunda carta suya que encontraba en su habitación. Ahora más que nunca tenía claro que M no iba a dejar de sorprenderla. 


Querida V:
Se que no estoy a tu lado y eso, aún ahora, pensándolo, hace que se me caiga el mundo en los pies. Y es que quiero estar, cada día, cada segundo. Incluso en aquellos que, se, serán días oscuros, de esos en los que el cielo parece cubierto por una capa tan espesa que no dejaría por nada del mundo pasar un solo rayo de sol. Días en los que todo esto pueda contigo, en los que trates de mirar el final del camino y no dejes de toparte con un estúpido muro que te impedirá ver cómo acaba esta historia. Se que, tanto para ti como para mí, la mayoría de las veces, aparecerán muchos más días de este tipo de los que podremos llegar a contar pero, ¿te digo algo? Si te topas con un día gris sólo tienes que hacer una cosa: colorearlo. 
Por favor, V, no dejes de mostrar un solo segundo esa sonrisa que tanto me encanta. Sonríe hasta cuando las pequeñas gotas de lluvia te hagan cosquillas en la frente en un día de verano. Aunque esos días grises se topen en tu camino, apártalos con una de esas carcajadas sonoras que estoy seguro de que, esté donde esté, quiero escuchar. 
Y no dejes de luchar un solo instante porque, tal y como he aprendido desde que te conocí, a veces, sólo a veces, algunos sueños se tornan realidad, y sólo por eso ya merece la pena haberlo intentado, te lo aseguro.
Ahora, aunque no esté ahí contigo para abrazarte en estos días, espero que sientas, al menos, que estoy un poquito más cerca. Se que me estaré arrepintiendo de no haberte dado suficientes abrazos, pero creo que, para ti, nunca los habría. 
Cuento los movimientos de las agujas del reloj para tenerte cerca.
Te quiero mucho, pequeña. Recuérdalo siempre.
                   M.




Y es que daba igual que las nubes cubrieran por completo el cielo de la ciudad. En ese momento, en esa pequeña habitación, los colores aparecieron y comenzó a reír.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Y, en pleno Otoño, pareció Primavera

Aquel era un día cualquiera, de esos en los que, al despertar, la luna le dio los buenos días al otro lado de la ventana. Un día en el que se puso en pie con la pereza de cada mañana, cogió sus cosas y salió de casa con la misma cara de dormida de siempre. Se trataba de uno de esos días tan comunes en los que, de repente, se rompe toda la monotonía. Porque se dio cuenta de que algo había cambiado, y para eso bastó muy poco.
Supongo que existen esa clase de días, en los que abres bien los ojos y observas cómo pudiste superar obstáculos. Días en los que te das cuenta de que los recuerdos, a veces, tienen fecha de caducidad y, aunque nunca pensó que pasaría, se alegró de que, al menos, esa clase de recuerdos, la tuvieran.
Y esa mañana, simplemente, pasó. Los cambios generan a su vez más cambios, y ese aire con aroma diferente la bombardeó sin preguntar siquiera. Mientras andaba por esa calle, mientras pisaba esas aceras que pisaba cada mañana, comenzó a comprender que, después de la tormenta, sale el sol; y, aunque no aparezca de repente y mucho menos rápido, esa mañana se dio cuenta de que algunos pequeños rayos ya empezaban a acariciar sus mejillas.


Son días en los que te das cuenta de que, con una sonrisa, sólo con una sonrisa así, es suficiente.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Y creo que hoy te echo de menos.

Supongo que la cercanía de un 2 seguido de un 3 en las páginas del calendario hacen que se me ponga la piel de gallina, y mucho más cuando es uno de los primeros días del Otoño. 
Y es que, a veces, pasa. Hay días en los que, sin saber por qué, sin tener un motivo aparente, necesito tenerte cerca. No es necesario dar marcha atrás en el tiempo. Simplemente, necesito que estés por aquí, tal y como estabas en aquellos meses. Contarte mil y una cosas, hablarte de todo lo que ha pasado, de todo lo que te has perdido. Decirte que soy feliz, que cumplí aquel sueño por el que tú me dijiste que luchara y que las ganas de gritarlo a los cuatro vientos sólo para que me escuches no desaparecen un instante. 
Que se acabó todo, que no te quiero, pero eres importante. Tanto como fuiste y tanto como serás siempre, a pesar de que la distancia haya hecho mella en nosotros dos. 
Que espero que no exista un solo instante en el que no aparezca una sonrisa en tu cara, y que aún mantengo la esperanza de que la pantalla de mi móvil comience a parpadear, mostrándome esa serie de números que aún recuerdo perfectamente. 
Porque hay días, días como hoy en los que el número 23 no deja de darme vueltas. En los que desearía que ese día nunca hubiera existido, y en los que no dejo de pensar que ojalá me echaras tanto de menos como yo a ti. 


Encuéntrame de nuevo, estoy donde siempre.
Nunca me he movido.

jueves, 8 de septiembre de 2011

I'll always remember you.

La bocina del coche en la calle llegó a mis oídos justo cuando me disponía a escribir el punto y final en aquella frase. Una frase que lo significaba todo y que ocupó un pequeño papel que coloqué sobre mi mesilla de noche. Sabía que ellas, tarde o temprano, regresarían a mi habitación y lo encontrarían.
Cogí el último bolso que quedaba, caminé hacia la puerta y, antes de cerrarla, me despedí de aquel rinconcito que había vivido tantas cosas conmigo. Bajé las escaleras y salí de casa. Todo recto, rumbo al futuro.
Poco después, ya en el coche, a medida que ese paisaje familiar se difuminaba a través de la ventanilla a causa de la velocidad, me dediqué a buscar un poco dentro de mi misma y a sacar a la luz todos aquellos momentos que guardaba junto a ellas.
Por mi mente circularon recuerdos que abarcaban desde ese primer día de instituto en el que éramos unas desconocidas hasta ese último en el que nos despedimos de aquel rincón tan nuestro.
Habíamos vivido tantas cosas juntas... y el tiempo había pasado demasiado rápido. Ahora, volviendo la vista atrás me doy cuenta de lo grande que llegó a ser esto.
Día si y día también, cada uno de ellos con sus risas, sus tonterías, alguna lágrima de vez en cuando pero, al fin y al cabo, días especiales simplemente por pasarlos juntas. A lo largo de todos y cada uno de ellos creamos esta historia formada por todas nosotras, por nuestros recuerdos y la gran amistad que se creó en tan poco tiempo. Una historia que, sabemos, no se borrará.
Pero las cosas cambian, los días pasan y ahora sólo se que, por el momento, toca decir adiós. Adiós a las ocho y media con caras de dormidas, a las once y cuarto con risas y estrés y a las dos y media con alivio. Adiós a las carreras por culpa de fotocopiadoras averiadas, a los desayunos con compotas y a los "¡Yo en la esquina!". Todo eso ya queda atrás. Y yo no dejo de preguntarme qué hubiera pasado si nunca las hubiera conocido a ellas, a mis chicas. Posiblemente todo sería muy diferente, tanto que no querría por nada del mundo tener unos recuerdos en los que ellas no aparezcan.
A medida que la velocidad del coche me aseguraba que ya estaba llegando a mi destino me di cuenta de algo. Acabamos una etapa, pasamos a una nueva página en este libro que hemos creado a lo largo de estos años y, aunque no leamos este capítulo tan juntas como hasta el momento, se que todas lo leeremos y, sobre todo, que nos quedan muchos capítulos de este libro para encontrarnos de nuevo.




Para todas ellas.
Gracias por todos y cada uno de estos días.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Borrón y cuenta nueva

Y, de repente, se dio cuenta. Que había personas que no eran como ella es algo que asumía, pero no le gustaba tener esa imagen precisamente de él. Lo creía diferente. Pensaba ciegamente que, si los demás olvidaban, él no lo haría; al igual que no lo había hecho ella en todo ese tiempo. 
No sabía hasta ese momento que las personas, a veces, te defraudan, y él comenzaba a formar parte de esa cada vez más amplia lista. Era algo que dolía, dolía de verdad.
Y es que, aunque ella recordaba cada pequeño instante a su lado, se dio cuenta de que, al parecer, él ya los había olvidado, todos y cada uno de ellos. Los te quiero sinceros que repetía mentalmente cada noche ya sólo valían para dejarse dormir y las sonrisas al recordar aquellos chistes tontos únicamente salían de sus labios. 
Porque, a pesar de la distancia, mantenía la esperanza de que, al menos, la recordara. Pero, aunque ella se había quedado estancada en un pasado tan real como bonito, él había continuado avanzando, creando nuevos recuerdos en los cuales ella no estaba presente. 
Los suspiros se evaporaron de golpe, su historia tuvo por fin el título de pasado y ella comenzó a caminar hacia un futuro que llevaba mucho tiempo perdiéndose.
Más vale tarde que nunca.


Y ahora, un huequito para un par de cosas que tenía pendientes.
Muchas gracias a Saúl.M.S. (http://saulms.blogspot.com/) por haberme dado este premio y también a Ana! (http://mejorcambiamosdetema.blogspot.com/) por haberme dado este otro. Son esta clase de cositas las que me animan a seguir escribiendo, de verdad :) 



Mis 10 premiados para ambos premios son:
- Todavía quedan huellas, son testigos las estrellas http://hoyvamosacomernoselmundo.blogspot.com/
- Peor que el olvido, fue volverte a ver (http://mequedaperfectalavidaconvos.blogspot.com/)
- #Encontrar el lugar en dónde el horizonte muere♥ (http://fragelle.blogspot.com/)
- En un cajón de mi memoria (http://quizamejorasi.blogspot.com/)
- No hay edad para soñar (http://tengomiedodeolvidar.blogspot.com/)

Y, bueno, además de anunciar a los premiados y comunicarlo en sus blogs, el premio de Ana consistía también en responder a una pregunta. 

¿Sacrificarías el cielo por una persona importante para ti?
Sinceramente, si. Creo que existen pocas personas importantes, pero por las pocas que hay sí que valdría la pena siempre.

Gracias de nuevo, por el premio y por leer. Enhorabuena a los premiados :)
Un abrazo gigante, Naïve

jueves, 25 de agosto de 2011

Recuérdame

La llamaba su cajita de recuerdos. Siempre escondida bajo su cama, esta pequeña caja de madera contenía muchos más recuerdos de los que hasta, a veces, ella misma lograba recordar.
Era martes. Uno de esos martes fríos en los que las gotas de lluvia no dejaban de hacer su particular melodía al deslizarse por el cristal de la ventana de su habitación. Las espesas nubes grises cubrían el cielo de la ciudad, y ella las observaba detenidamente.
Sin saber siquiera por qué, tras mucho tiempo sin hacerlo, le apeteció deslizarse por el suelo de su habitación, estirar el brazo y alcanzar esa pequeña cajita de madera que se encontraba, entre motas de polvo, bajo su cama.
A veces, a muchos nos da miedo recordar. A ella muy a menudo también, pero ese martes... ese martes era un día diferente.
Apartó la fina capa de polvo que cubría la tapa de su pequeño gran tesoro y contempló el interior. Todo estaba tal y como ella misma lo había dejado. A pesar del tiempo que había pasado, aún recordaba aquello que colocó ahí la última vez. Ese sobre de azúcar que había acompañado a aquel café con chocolate en esa terraza tan bonita del centro junto a... El simple hecho de evocar su imagen hizo que un escalofrío la recorriera por completo. Habían pasado demasiados años desde que Él había tenido que marchar rumbo a otro país desconocido, pero aún el recuerdo de lo vivido durante aquel tiempo permanecía en ella de una manera imborrable. Los momentos se acumularon alrededor de toda la habitación y, a pesar de la inmensa nostalgia que producía cada uno de ellos, le gustaba. Le gustaba comprobar gracias a esa clase de detalles que todo aquello que vivió a su lado fue real. 
Dejó el sobre de azúcar y el resto de recuerdos dentro de la cajita, la cerró y deseó que, la próxima vez que la abriera, fuera para depositar nuevos objetos que la harían viajar a diferentes momentos. Se deslizó tal y como había hecho minutos atrás por el suelo y colocó la caja justo en el lugar que estaba, bajo la cama. Pero, esta vez, se percató de algo. Había un sobre justo detrás de su pequeño tesoro, un sobre color crema que también estaba cubierto por una película de polvo. Lo cogió, sopló delicadamente su superficie y se sentó en la cama. Lo abrió y, al instante, reconoció esa caligrafía. 

Querida V: 
Si estás leyendo esto supongo que ya estaré muy lejos. Estas palabras no significan una despedida, ya que espero reencontrarme contigo algún día, pero, como ya sabes, todo lo que no digo a través de mis labios se me da mejor decirlo bolígrafo en mano. Y ahora que se que ya no estoy a tu lado cada día como hasta hace poco quiero que sepas todas y cada una de esas pequeñas cosas que nunca te dije.
Cada segundo a tu lado es perfecto, tanto para mi como para todos los que te rodean habitualmente. Con esas locuras tan tuyas haces que cada instante contigo se convierta en un recuerdo digno de guardar en esa cajita que siempre tienes a mano. Eres especial, V, y quiero que aprendas a comprenderlo. 
Que me encanta pasarme horas observándote dormir; que tienes exactamente ciento veinte pecas en las mejillas, cada cual más bonita que la anterior; que adoro cómo te recoges el pelo dejando algunos pequeños rizos sueltos sobre la cara; que me encanta cómo tus mejillas se sonrojan cuando te susurro al oído que te quiero, y que no te puedes imaginar la sinceridad de mis palabras cuando lo hago.
Se que esto es algo muy duro para los dos, pero quiero que seas fuerte. Tenemos que pensar que la distancia, en nuestro caso, no creará olvido. Siempre que me necesites, vuelve a leer esto. Estoy en cada una de estas palabras, para ti. Y recuérdame, tanto a mi como a todos nuestros momentos, porque fueron reales, V, te lo aseguro. 
Porque se que, esté donde esté, te estoy echando de menos. Te quiero como siempre hice y como siempre haré.
             Hasta la próxima, pequeña.
                                        M.

Las lágrimas saladas le recorrían las mejillas. Nunca dejaba de sorprenderla. Colocó la carta en el interior de la caja de los recuerdos, convirtiéndola en uno más y deseando volver a colocar ahí momentos suyos, juntos.
Le esperaría. Sin duda, lo haría.