jueves, 16 de diciembre de 2010

Noche de Diciembre helada. Se arropó hasta el más mínimo centímetro de su piel con la gigantesca manta pero, aún así, no lograba hacer desaparecer el frío, y sabía perfectamente por qué. ¿Dónde estaba él cuando más lo necesitaba? ¿en qué lugar se encontraban ahora esos abrazos que le servían de aislante contra el frío pero, sobre todo, contra el mundo? Todo se había ido y a ella no le quedaba más que una manta y una infinita sensación de vacío, cómo no, acompañada por un frío hiriente en la noche más oscura y solitaria que había pasado nunca.
Buscó entre la oscuridad de una calle vacía esa silueta conocida. Pobre ingenua, él nunca aparecería. Y una parte de ella, una demasiado pequeña como para darse cuenta, sí que lo sabía. Pero ella tenía esa esperanza de que apareciera y le diera un abrazo protector de los suyos, y sólo con cerrar los ojos y concentrarse ese sueño se hacía realidad por un instante demasiado pequeño en aquella, al parecer, infinita noche.
 - Feliz Navidad – murmuró un transeúnte.
 - Para los que las tengan, señor – respondió ella desde el suelo.
El señor que pasaba se paró en seco. Se quitó el sombrero y se sentó a su lado. Ella le hizo hueco entre los cartones.
 - Todos merecemos una feliz Navidad, ¿eh? - le dijo.
 - Incluso él – contestó ella.
 - ¿Quién?
 - Alguien que se fue, y que se lo llevó todo consigo. Incluso una parte de mi.
 - Mucha gente se va, eso no quiere decir que una parte de ti deba irse con ellos. Si fuera por eso, yo estaría perdido hace mucho tiempo.
 - ¿Le pasó algo parecido?
 - Parecido, sí. Pero creo que a quien yo echo de menos esta noche se fue mucho más lejos que a quien tú esperas.
 - Lo siento.
 - Anda, vamos. Es Navidad, ¿verdad? Hay que pasarlo bien pero, sobre todo, no estar solo una noche como esta. ¿Te gusta la pasta? Conozco un buen restaurante aquí cerca. Venga, invito yo. - se quitó el abrigo y se lo colocó a ella sobre los hombros.
No pudo más que sonreír. La ayudó a levantarse tímidamente y, a paso lento, recorrieron juntos aquella inmensa calle.
Dejó atrás aquellos sucios cartones y, lo más importante, un montón de recuerdos dolorosos situados de cualquier manera en cada rincón de esa esquina que, durante un tiempo, fue su único hogar.
No sabía entonces que estaba diciendo adiós para siempre a todo aquello, que nunca volvería porque, a partir de esa noche, que al principio parecía horrible, empezaría una nueva vida para esa chica que, hasta el momento, nunca había conocido una feliz Navidad. 

1 comentario:

  1. MI MADRE! no se que decir, bueno si..
    uno de los mejores! INCREÍBLE (:

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