lunes, 9 de abril de 2012

Y, al final, te alegras de que las cosas no fueran de otra manera

"¿Puedes imaginar lo que es despertar cada mañana con una sonrisa, y que ésta permanezca las 24 horas que quedan por delante? Te aseguro que, hasta hace poco, yo era de esos que creía que las sonrisas, las de verdad, no existían, y que la felicidad no era más que un cuento de hadas. ¿Sabes? No te puedes imaginar lo equivocado que estaba. Y es que no contaba contigo, con que aparecieras tal y como lo hiciste y que, en un abrir y cerrar de ojos, pusieras mi mundo patas arriba. Yo no contaba con un destino en el que ya había dejado de creer, y con que, a veces, simplemente, pasa que un rayo de sol se abre camino entre tantas nubes. Pasa que, después de todo, sonreír se vuelve casi tan fácil como respirar, y me doy cuenta de que, hasta que me topé contigo, la palabra felicidad no se había dignado a aparecer en mi diccionario.
Y es ahora cuando me paro a pensar en qué momento comenzó todo, y me doy cuenta de que todo comenzó mucho antes de lo que pensábamos. De que, si de verdad esperaba sonrisas, tenían que ser las tuyas."

Se recostó contra su pecho y suspiró. Sabía que él siempre había sido una persona de pocas palabras, pero de muchas letras. Todo lo que sentía, todo lo que decía tan solo con una mirada estaba plasmado ahí, en esa hoja de papel que ahora ella tenía entre sus manos.


Fue entonces cuando se dio cuenta de que los suspiros son también de felicidad.