martes, 31 de mayo de 2011

Con eso me basta

En ese momento, estoy segura de que alguien le dio al pause, porque todo paró de golpe. Pude ver todo mi alrededor, a esas personas conocidas y a él, que mantenía una de esas conversaciones conmigo; una de las nuestras, que no ocurren diariamente, por lo que son cada vez más especiales.
Así que cerré los ojos y deseé con todas mis fuerzas que aquel fuera uno de esos momentos tan aparentemente normales que, sin saber por qué, recuerdas siempre. Aprecié cada pequeño detalle, sabiendo que cada vez quedaba menos para el fin de nuestras conversaciones especiales. Los caminos se separan y, a estas alturas, yo no podía hacer ya nada al respecto.
En ese momento, alguien volvió a presionar otro botón, en este caso, el play; y yo volví a la realidad, continuando con nuestra conversación. Y sonreí. Sonreí al ver como, a pesar de todo, esa era una conversación nuestra, tal y como las otras muchas que empezaron hace ya doce años.


Como dice aquella canción "La vida se nos va como el humo de ese tren", y yo me alegro de que, a pesar de eso, hay ciertas cosas que no cambian. Y aún espero a que no lo hagan. 

miércoles, 25 de mayo de 2011

Y no te sueltes

Con el paso de los años, viendo abiertas sus cicatrices día sí y al cabo de dos más también, se dio cuenta de que, para olvidar, todos necesitamos aferrarnos a algo que nos ayude a levantar la vista del suelo y observar todo lo que nos habíamos estado perdiendo. Ella lo hizo. Se agarró fuertemente a sus amigos y a su familia. Se aferró a sus sueños, a sus ilusiones y a las miles de esperanzas depositadas. Esquivó su ilusión de verle, al menos, una vez más, sustituyéndola por sus ganas de sonreír en la cima de su propia montaña. Rechazó cualquier atisbo de recuerdos a su lado, por muy inolvidables que parecieran, y empezó a mirar hacia ese futuro cada vez más cercano en el que, al fin, sería feliz.
Tras mucho tiempo intentándolo, borró su huella definitivamente de su piel. Y es que se dio cuenta de que olvidar es difícil sólo si tú haces que lo sea.


Uno de mis pocos días algo optimistas.
Gracias por leer y comentar :)
un abrazo fuerte, Naïve.

viernes, 20 de mayo de 2011

Es hora de despedidas

Y llega el momento en el que te das cuenta de que se acabó, que toda salida tiene una meta y que, al parecer, esta carrera fue más rápido de lo esperado. Y te remontas a años atrás, hacia el primer día en que pisaste este lugar, dándote cuenta de que, sin duda, las cosas han cambiado, y mucho. Los miles de momentos vividos entre esas cuatro paredes se convierten en un álbum abierto, repleto de instantes, de risas, lágrimas, nervios, abrazos, estrés, locuras, sueños y, sobre todo, amistad. Los recuerdos se acumulan en nosotros y aparece esa nostalgia a dejarlos marchar, a cerrar una puerta para abrir otra. Pero sabemos que, ahora, toca decir adiós.
Sin darnos cuenta, ya estamos pisando sobre aquello a lo que, hasta no hace mucho, llamábamos futuro. Eso que no dejábamos de planear, acerca de lo que teníamos mil sueños y mil y una esperanzas. Ese futuro que, de un día para otro, se convirtió en presente. 
Y, cuando sales por esa puerta por última vez sólo piensas que ya nada va a volver a ser como antes, pero, ¿sabes qué? los recuerdos no se borran, y está más que claro que, en este lugar, tenemos millones de ellos.


Para todos ellos, bienvenidos a nuestro particular futuro.
Gracias por formar parte de esto

domingo, 15 de mayo de 2011

Y, después del adiós, ¿qué se supone que hay que hacer?

Y volví. No me preguntes por qué pero volví al lugar donde nos conocimos. Ese lugar que no pisaba desde el día que te marchaste, y el mismo en el que viví momentos increíbles, todos contigo.
Me senté donde siempre, con la esperanza de que allí quedara un poquito más de ti. Se trataba de recopilar pedacitos de ti para llenarme un poco más a mi.
En ese momento vi a alguien pasar. Eras tú, no me lo podía creer. ¿Qué hacías allí? Y, peor aún, ¿qué hacía yo allí? No quería que me vieras, por lo que traté de disimular. Aún así, me viste, como siempre.
Sabía que no te acercarías, había pasado demasiado tiempo, pero está claro que, desde aquel día, nada volvió a ser lo mismo. El fuego se convirtió en hielo, y nuestros caminos, que habían terminado formando uno solo, se separaron más que nunca, convirtiéndose en dos rectas totalmente paralelas, aunque, todavía, tu creabas unos cuantos baches en el mío.
Te sentaste en el césped, tú solo con tus pensamientos, de los cuales yo ya no era partícipe. Yo me dediqué a mirarte, a asegurarme de que tus rasgos no habían cambiado, de que esos ojos seguían siendo igual de profundos y de que esas mejillas continuaban sonrosadas. De vez en cuando, levantabas la vista y mirabas hacia donde estaba, mientras yo, torpemente, intentaba hacer como si leyera un poco.
Las horas pasaron volando. No me cansaba de estar así, de ver que estabas bien aunque no me lo contaras, de comprobar que, aparentemente, seguías siendo el mismo, a pesar de que no pudiera darme cuenta por mí misma. Te levantaste del césped y me miraste. Esta vez, yo no te evité. Me sonreíste y te fuiste por donde habías venido, mientras yo veía cómo te alejabas de nuevo.
Te voy a echar de menos”- pensé. Y, de hecho, pareciste oír mis pensamientos porque, entonces, diste media vuelta y me miraste. No me preguntes por qué, pero en ese momento supe que ese era nuestro particular adiós, que se había acabado. Tú debiste pensar lo mismo, porque te despediste con la mano y me enseñaste esa sonrisa, la de siempre, en la que te salían ese par de hoyitos tan especiales. Una como las miles en las que yo me había sumergido y de las que nunca quise salir. Pero, esta vez, simplemente cogí esa sonrisa y la guardé en lo más profundo de mis recuerdos.


martes, 3 de mayo de 2011

Y los sueños, sueños son

Se encontraba sentada en medio de la nada, ahogándose en su propio dolor y lamentándose por todo lo que pudo llegar a ser y no fue. De hecho, llevaba bastante tiempo en la misma situación.
De repente, una silueta se acercó, y ella, aunque inmensamente feliz al reconocerlo y ver cómo se acercaba, también sentía una gran desconfianza. Temía que fuera una ilusión más de las suyas.
Pero llegó a su lado, le dio la mano y la ayudó a levantarse de una vez por todas. Ella, no pudo más que llorar. Lágrimas de felicidad.
Luego, la abrazó fuerte, muy fuerte. Como si con ese abrazo le asegurase no moverse de su lado nunca más.
Ella, por su parte, sonrió. Después de tanto tiempo volvió a sacar esa sonrisa que sólo él provocaba, y ahora más que nunca.
- Gracias.
- ¿Por qué?
- Por volver.
Abrió los ojos de golpe. Lo oscuro de la habitación le indicó que no había amanecido aún. Buscó la luz a tientas y se incorporó en la cama. Estaba tan acostumbrada a esa clase de sueños...
Se dio cuenta de que echarle de menos se había convertido en su día a día.






Últimamente sueño demasiado...
Un beso a todos