lunes, 28 de noviembre de 2011

Inevitable, casi como respirar

Resulta extrano ver cómo, de un momento a otro, sin previo aviso, los recuerdos deciden acumularse y golpearte en plena cara con toda su fuerza. Recuerdos de hace tanto que has sido incapaz de contar los días, pero recuerdos de algo que, al fin y al cabo y, por mucho que trates de evitarlo, fue real. Tan real como que ahora te encuentras ahí, frente a ellos, leyendo esas estúpidas cartas que creiste haber despedazado por completo. Repasando cada punto y cada coma y reviviéndolas poco a poco porque, sí, te sabías de memoria cada espacio y cada bonita curva de esa caligrafía tan redondeada.
Y es que hay recuerdos que, sin remedio, teletransportan. Que hacen que se te ponga la piel de gallina como se te puso en el momento que los viviste por primera vez, que la respiración se entrecorte y que, aunque ese estúpido nudo en el estómago no desaparezca, son recuerdos que siempre acabarán por sacarte una sonrisa.
Y lo supo. En el momento en que leyó aquel punto y final de la última de las cartas supo que no quería que éstas acabaran como el resto. No quería acabar con ellas, terminar con la historia. Era inevitable porque, por mucho que se empeñara en convertir aquellas páginas del libro en meras hojas en blanco, se conocía a ella misma y tenía claro que, en su interior, cada coma, cada palabra, cada abrazo o cada respiración entrecortada junto con una sonrisa tímida estaban ahí, perfectamente. Como si se tratase del primer día.
Nunca entendería cómo alguien así había llegado a convertirse en el motivo de todos y cada uno de sus suspiros, a pesar de que llevara ya bastante tiempo sin suspirar.

martes, 22 de noviembre de 2011

Fueron dos palabras. Dos palabras y ocho letras.

¿Sabes? fueron unos meses estupendos. Hubo días horribles, en los que todo acababa por superarme pero en los que, sin darme cuenta, tú empezaste a estar, sustituyendo mis caras largas por sonrisas casi siempre. Llegaste así, de repente, sin avisar, como una de esas historias que nunca creí en las que, en los peores momentos, aparece algo que hace que cambien. Por aquí apareciste tú, que diste un giro de 180º a mi mundo, modelándolo a tu antojo sin apenas darte cuenta de lo que sucedía.
Tú con esa habilidad innata para que te quisieran, y yo con mi manía de quererte cada día un poco más. Nunca he vuelto a sentir esa confianza en alguien. Desde que te fuiste, el miedo a dar demasiado por una persona no me ha abandonado, y no te culpo. Después de tanto, todo esto era de esperar. 
Pero ya hace mucho tiempo de aquello, esos días en los que tu sonrisa no se borraba un segundo de mis pensamientos han quedado ya muy atrás. Ahora, supongo que han aparecido nuevas personas importantes, pero, sin duda, tú has sido el único capaz de hacer que mi mundo se detuviera, apenas unos segundos, simplemente para escucharte reír. 
 - ¿Y por qué me cuentas todo esto ahora?
 - No lo sé. Supongo que, de vez en cuando, el recuerdo de esos maravillosos días aparece por aquí y, aunque sé que no se repetirán, ni mucho menos, a veces pienso que necesito acabar de contar nuestra historia para poder empezar una nueva. Tú eras el único que no la conocía del todo, y eso que eres el protagonista. 


miércoles, 9 de noviembre de 2011

Dedica una sonrisa a cada día

Apareció en el momento exacto, como por arte de magia, sin avisar. Se materializó ante sus ojos y, sólo con verla, una sensación de alivio la recorrió desde la punta de la nariz hasta los dedos de los pies. Tomó el sobre blanco en sus manos, se sentó en la cama y lo abrió. Ya era la segunda carta suya que encontraba en su habitación. Ahora más que nunca tenía claro que M no iba a dejar de sorprenderla. 


Querida V:
Se que no estoy a tu lado y eso, aún ahora, pensándolo, hace que se me caiga el mundo en los pies. Y es que quiero estar, cada día, cada segundo. Incluso en aquellos que, se, serán días oscuros, de esos en los que el cielo parece cubierto por una capa tan espesa que no dejaría por nada del mundo pasar un solo rayo de sol. Días en los que todo esto pueda contigo, en los que trates de mirar el final del camino y no dejes de toparte con un estúpido muro que te impedirá ver cómo acaba esta historia. Se que, tanto para ti como para mí, la mayoría de las veces, aparecerán muchos más días de este tipo de los que podremos llegar a contar pero, ¿te digo algo? Si te topas con un día gris sólo tienes que hacer una cosa: colorearlo. 
Por favor, V, no dejes de mostrar un solo segundo esa sonrisa que tanto me encanta. Sonríe hasta cuando las pequeñas gotas de lluvia te hagan cosquillas en la frente en un día de verano. Aunque esos días grises se topen en tu camino, apártalos con una de esas carcajadas sonoras que estoy seguro de que, esté donde esté, quiero escuchar. 
Y no dejes de luchar un solo instante porque, tal y como he aprendido desde que te conocí, a veces, sólo a veces, algunos sueños se tornan realidad, y sólo por eso ya merece la pena haberlo intentado, te lo aseguro.
Ahora, aunque no esté ahí contigo para abrazarte en estos días, espero que sientas, al menos, que estoy un poquito más cerca. Se que me estaré arrepintiendo de no haberte dado suficientes abrazos, pero creo que, para ti, nunca los habría. 
Cuento los movimientos de las agujas del reloj para tenerte cerca.
Te quiero mucho, pequeña. Recuérdalo siempre.
                   M.




Y es que daba igual que las nubes cubrieran por completo el cielo de la ciudad. En ese momento, en esa pequeña habitación, los colores aparecieron y comenzó a reír.