miércoles, 27 de julio de 2011

Carta a quien fuiste

Ha pasado tiempo. Mucho, en realidad, y supongo que lo sabes. Más bien, tengo la esperanza de que lo sepas dado que durante todos estos días no ha habido uno solo de ellos en los que no mirara sin pestañear a las agujas del reloj, suplicándoles que cambiaran de sentido.
¿Te acuerdas de mí? Pero qué digo... ni siquiera yo misma recuerdo a aquella chica que fui. Aunque tú también has cambiado. Todo ha cambiado, a mi parecer.
Dicen que los años no pasan en balde y creo, o deseo creer que, tanto a ti como a mí nos han ayudado. Al menos yo dejé atrás a esa persona que era cuando estaba junto a ti. Recopilé todo lo aprendido y, con el paso de los días, fui convirtiéndome en otra totalmente distinta. Supongo que tú habrás hecho lo mismo. Aún, desde la distancia, lo noto. Es un aire diferente, distinto al que ambos respirábamos cada mañana.
El tiempo pasó haciendo de las suyas, cambiando lo que creíamos que no cambiaría y moviendo nuestro mundo cada vez más centímetros. Dicen que esto es crecer. Si es así, yo he crecido, al igual que tú, pero he de reconocer que no olvido, y espero que tú tampoco.
Si te escribo esto es para decirte que, por fin, paso página. Que hago lo que debí hacer hace ya mucho tiempo. Sigo adelante sin más, dejando en su sitio todo lo que nunca debió moverse de su lugar. Pero, antes, he de pedirte algo.
Se que todo ha cambiado, que no somos los mismos y nuestros caminos mucho menos. Pero, por favor, no me olvides. Recuerda a aquella que fui a tu lado, a la de la carcajada permanente y los chistes tontos. A la de los abrazos a menudo y la música deprimente. 
Por un momento, sólo por un momento, deja volar tu imaginación. Toma una máquina del tiempo y regresa a aquellos días. Coge un pedacito de cada uno de ellos y guárdalo para siempre.
Yo, mientras tanto, seguiré recordando a aquel chico de sonrisa sincera y camisetas de dibujos. Ese que llamaba a las tres de la madrugaba para hablar de nada y al que me encantaba abrazar.
Se que ahora todo eso queda muy atrás, pero aún guardo la esperanza de que, en algún momento, esas dos personas que fuimos lleguen a reencontrarse y vivan todo aquello que el tiempo no les dejó vivir juntos. 


Recuerda hasta las cosas más simples. Siempre fueron las más importantes. 

viernes, 22 de julio de 2011

De vez en cuando

Era una sensación extraña, como de ahogarse en sí misma. Supongo que los días habían cambiado mucho con el paso del tiempo, o, tal vez, es que me aferro a pensar que es así, pero la cuestión es que ella, la chica de la sonrisa dulce que apenas se borraba, ya no era la misma.
De un día para otro vio cómo hasta las mas pequeñas ilusiones, a veces, también se quiebran. Se dio cuenta de que darlo todo por todos no siempre significa un pacto de lealtad y el asegurarse unos días mejores. Ahora, todo aquello ya habia pasado.
Y es que hay determinadas ocasiones en las que, a pesar de todo, cuando más lo necesitas buscas y sólo ves siluetas marchándose, dispuestas a pasar de largo. Se dio cuenta de todo esto, tal vez, demasiado tarde. Tan tarde como para verlo y empezar a correr hacia el otro lado.
¿No has sentido nunca esas ganas de correr en contra de la marea en busca de una pizca de libertad, apartándote de este mundo que, muy a menudo, hace daño? Pues yo creo que es eso lo que ella, esa chica que siempre fue tan ingenua, debió sentir.
Porque corrió y corrió en busca de nuevas caras, nuevas miradas y nuevos abrazos que no la defraudaran, aun sabiendo que, inevitablemente, acabarían por hacerlo. Pero, en ese momento, correría hasta encontrar a otras personas nuevas.
Muchos la llamaron ingenua y, sobre todo, loca. Pero, ¿te digo algo? Ahora, a pesar de los años que hace que no veo esos ojos del color del cielo es cuando me doy cuenta de toda la razón que se escondía tras ellos. Porque es hoy cuando yo saldría corriendo sin parar en busca de nuevos caminos.

jueves, 14 de julio de 2011

Hace muchos años conocí a una chica, y es curioso como aún la recuerdo perfectamente.

Apareció un día cualquiera, uno de esos en los que la monotonía se apodera de cada rincón y llega algo que la rompe totalmente. Ella fue ese algo. Con su característica sonrisa y sus ganas locas de vivir irrumpió en mi mundo y, en un instante, hizo que éste quedara patas arriba.
Estaba loca, pero loca de remate; era la hiperactividad concentrada en una única persona. Fue ella quien, cada día, me animó a seguir adelante y a continuar luchando por un sueño que, sin saber ni siquiera cómo, se volvió totalmente real. Me acompañó día sí y día también por un camino tortuoso y complicado, dándome la mano en cada pendiente y contando chistes malos constantemente para amenizar el doloroso trayecto.
Y es que un minuto aburrido a su lado se convertía en una hora de carcajadas aseguradas, de momentos de esos tontos que, sin saber por qué, recuerdas toda tu vida. Así, cada instante con ella fue formando algo tan fuerte que ni siquiera puedes imaginar.
Se convirtió en esa clase de amiga que permanece contra todo pronóstico. Era la clase de persona que lucha por un sueño a pesar de que cueste. Y, ahora, años después, veo como todo aquello costó, pero me alegro al ver también cómo de real se ha vuelto aquel sueño tan suyo.
Ella es así. De ese tipo de personas que cuesta encontrar, pero que llega y, cuando lo hace, es para siempre. Fue esa persona a la que hice prometer que no me olvidaría, y la misma que, aún a día de hoy, no ha roto su promesa.
¿Sabes? Dicen que las pequeñas cosas crean grandes recuerdos. Tan solo por el corazón tan inmensamente grande que tenía a ella no se la podía considerar una cosa pequeña, te lo aseguro. Pero es cierto que creó a mi lado algo mucho más grande: una historia. Una historia digna de ser contada, con altibajos como otras tantas, con distancia y despedidas, pero con muchísima amistad y cariño que hacían de lo demás un mero bache en nuestro camino.
La distancia y el tiempo nos juegan malas pasadas rompiendo lazos que creíamos unidos y distanciando a personas que luchaban por no separarse nunca. En nuestro caso, es cierto que hubo cambios, muchos si te soy sincera. Hubieron cientos de despedidas, pero también cientos de reencuentros. Y hubo días de echar a correr en busca de, al menos, uno de aquellos chistes malos, pero sabía que faltaba cada vez menos para que volviera aquí a contarlos, aunque ya los hubiera oído mil veces. Así que me alegro de que el final, a veces, como en nuestro caso, no encuentre su momento. Han pasado muchísimos años y ella sigue aquí, al igual que el primer día.
Ojalá tú puedas vivir algo como eso. No todos tenemos la suerte de encontrar a alguien así, pero te aseguro que los afortunados lo somos de por vida.

Para la chica de la sonrisa permanente. Feliz 18 cumpleaños 
Te quiero muchísimo

lunes, 11 de julio de 2011

Y ya no hay vuelta atrás

¿Y si hubiera hecho algo diferente? ¿Y si hubiera dejado a un lado el miedo, soltándolo todos sin tapujos? ¿Y si le hubiera dicho lo que creía tan evidente?
En ese momento se hizo mil y una preguntas, y respondió a tan pocas... Había pasado muchísimo tiempo desde que se fue, y aún la idea de haber podido cambiar algo le rondaba constantemente. Tenía claro que, si existieran las máquinas del tiempo, cualquiera era el momento oportuno para montarse en una y regresar a sus brazos.
Regresar de nuevo a aquel día, al menos, a cinco minutos antes de verlo partir por última vez. Agarrar fuerte su mano y retenerlo diciéndole que no diera más pasos, que se quedara a su lado porque, de cualquiera de las maneras, lo necesitaba. Lo necesitaba en su vida a cada instante. 
¿De verdad esa frase hubiera cambiado algo? No tenía ni la menor idea. En el instante en que le vio partir pudo hacer muchas cosas, había miles de opciones y ella eligió una, la más cobarde sin duda. Entre todo el caos de su cabeza, entre ese barullo de recuerdos y arrepentimiento sólo tenía claro algo: él ya no estaba, y hubiera elegido cualquiera de las otras muchas opciones con tal de que permaneciera a su lado costara lo que costase.